Iglesia y Estado

13 de Diciembre de 2011
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Defiendo fervientemente la separación entre cualquier religión y el Estado. No obstante, apoyo incondicionalmente la cooperación positiva de ambas instituciones. Y además respaldo taxativamente la libertad de expresión, incluso de los sacerdotes y obispos ya que en frecuentes situaciones determinados profesos de la pseudoprogresía gritan para cercenar este derecho a los miembros de la Iglesia Católica.

Como decía Joseph Goebbels hace casi un siglo, una mentira repetida mil veces se transforma en verdad. Posiblemente fue lo único coherente que expresó este nazi. La Iglesia Católica es frecuentemente atacada y habitualmente calumniada. Sobre todo, las críticas malévolas se dirigen hacia la aportación que el Estado español destina a la misma.

El único dinero directo que recibe la Iglesia Católica es el que decide cada ciudadano español a través de la declaración de la renta. Aparte de esta colaboración individual, es cierto que la Administración le cede terrenos para construir iglesias –también lo hace con los campos de fútbol o plazas de toros- o contribuye con los centros concertados. Se rechazaron los agasajos españoles con Benedicto XVI. En todo caso, y aunque me chirrie que ostente esta condición, es un jefe de estado y ningún homólogo suyo moviliza a tantas personas como lo hace el Papa.

Sin embargo, los mismos que reprueban estos acuerdos, nunca señalan que, por ejemplo, la Iglesia Católica gestiona ciento siete hospitales que ahorran a la Administración cincuenta millones por cada uno de ellos al año, y tampoco se recuerdan los ciento cincuenta y cinco millones de euros anuales que aporta Cáritas a obras sociales.

Sin peligro de sumergirme en el error, la Iglesia Católica es la institución que más ayuda al prójimo, en este caso, en España. El próximo jueves el Centro de Orientación Familia “Juan Pablo II” organiza un telemaratón, en colaboración con Videoluc TV, para recaudar fondos y alimentos que, posteriormente, se trasladarán a aquellos que más lo precisen con la supervisión de Cáritas.

Subrayo el encomiable proceder tanto del COF como de la televisión local de Lucena. Me sorprendería y agradaría enormemente que todos aquellos que difaman sin reparo a la Iglesia Católica siempre que tienen ocasión, aplaudan ahora esta iniciativa.

No dispongo de licencia para indicar a ningún ciudadano lo que ha de hacer. En todo caso, lo que propongo es que reflexionemos en silencio y nos alejemos por unos minutos del mundanal ruido, para así poder escuchar a nuestra conciencia y, posteriormente, decidamos lo que tenemos que hacer el próximo jueves a partir de las seis de la tarde. La crisis ha abofeteado a toda España, pero, casi siempre, hay quien está peor que nosotros. Este quince de diciembre los lucentinos tenemos una cita con los cinco mil vecinos nuestros que sufren necesidades.

Manuel González García
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belenfaldon
 
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