"Yo he visto a Prudencio caer enfermo y agotado". Uno de los episodios, uno entre tantísimos, que reforzó el arraigo indisoluble del pregonero con Lucena y el enaltecimiento de la caridad cristiana que proclamó en la Exaltación de Valle. Joaquín Alfredo Abras Santiago, cronista oficial de la ciudad, es un apasionado de su origen natal, una patria chica que preside un estante privilegiado de esa biblioteca de más de seis mil ejemplares que archiva en su residencia granadina.
En una declamación entroncada en el trigésimo aniversario fundacional de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Valle y María Santísima de la Amargura, Joaquín Alfredo Abras, relataba que Prudencio Uzar, "vivió y murió" con los olvidados del mundo, los marginados y los invisibles que, sin embargo, "están en medio de nosotros y muy necesitados de nosotros". Tras su fallecimiento, "nadie en la iglesia cordobesa ni lucentina, hasta hoy mismo, ha sido capaz de mantener aquí esa luz de clara esperanza y ese extraordinario nivel de compromiso con la fe, la caridad y la esperanza", las tres virtudes teologales.
En la víspera del cuarto domingo de Cuaresma, y citado por "ese hilo de oro de la amistad" –lo confesaba así su sucesor en el atril de la ermita del Valle- el letrado y exdecano del Colegio de Abogados de Lucena, Juan González Palma, renovaba un encargo que cumplió el 28 de octubre de 1983, jornada en la que introdujo a Joaquín Alfredo Abras Santiago en la conferencia La santería como expresión humana de nuestro barroco, en un acto ofrecido por el primer año de existencia de la Peña El Santero.
González Palma reafirmaba que Joaquín Alfredo Santiago es "un lucentino que nunca ha marchado de Lucena, aunque desde hace algún tiempo viva en Granada" y ensalzaba su "exuberante personalidad, dinamismo vital, arrolladora actividad profesional y su cultura multidisciplinar".
Pregonero de las Fiestas Aracelitanas y de la Semana Santa de su Lucena, entre otras múltiples y variadas responsabilidades de similar calado, Joaquín Alfredo Abras Santiago ofrendaba su exaltación a su familia "toda", fruto "del amor de Dios y a Dios y a los demás seres humanos, como nuestros padres supieron enseñarnos en todo momento y lugar".
Una alabanza a Jesús Valle y María Santísima de la Amargura forjada en un enardecimiento del alma lucentina de Joaquín Alfredo Abras. "Es muy difícil venir hasta aquí al cabo del tiempo y no permitir que, al menos en algo, el corazón se exalte también y quiera casi salir por sus propios fueros a campar como si ahora estuviese voceando".
Y en esa Lucena, de ayer y de siempre, "como en todos sitios, hay personas necesitadas", manifestaba este periodista y académico, quien elogiaba "la labor social y la labor espiritual, mantenidas de forma ininterrumpida", de la hermandad que preside Miguel Muñoz Egea. Una corporación que "se ha consolidado como una de las más notables de Lucena, cubriendo carrera y por sí sola la tarde-noche de cada Miércoles Santo en la que lucentinos y otras gentes de la comarca, acompañan a los Sagrados Titulares por calles y plazas de Lucena".
En su alocución resaltó que Prudencio Uzar "supo zafarse" de la historia "compleja y difícil" de la Asociación Pía Unión de Jesús Abandonado, "proveniente de Sevilla", y que asumía la caridad de una forma parecida a como la practicó "el gran santo granadino" San Juan de Dios. Prudencio emprendió "una titánica lucha a favor de esos ancianos y personas desahuciadas que no recibían el favor de nadie en este mundo". Joaquín Alfredo Abras Santiago remataba su exposición literaria con una saeta entonada a Jesús del Valle.
"Auxilio pide un enfermo
Que está ‘postrao’ en su cama
Y pide ‘pa’ medicinas
Por la sangre que derramas
De tu corona de espinas".
