Faros de fe de un pueblo, por Jesús Ruiz Jiménez (fotos)

29 de Mayo de 2014
 Faros de fe de un pueblo, por Jesús Ruiz Jiménez (fotos)
Faros de fe de un pueblo, por Jesús Ruiz Jiménez (fotos)

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Otra vez más Madre e Hijo, otra vez más los dos juntos, a la verita uno del otro, como hace dos, como hace dieciseis, pero entonoces San Pedro Mártir era un solar derruído, donde sólo quedaba, como recuerdo de lo que fue, una pared blanca encalada, la portada de la Virgen del Rosario y una espadaña que luchaba contra los elementos. ¿Quién imaginaba entonces que el año 2014, tras más de 140 años, esos muros volverían a albergar en su interior a los dos Faros de Fe de todo un pueblo?

Hace dieciseis años, con motivo del Cincuentenario de la Coronación Canónica de la Virgen de Araceli, fue la Capilla la que albergó bajo su techo y en lugar de privilegio junto al Hijo Amado a la Señora de Lucena. Hace dos, con motivo del Año Jubilar, quien quiso acompañar a la Madre hasta San Mateo y estar junto a Ella una semana fue su Hijo y hoy, dos años después la Madre, le devuelve la visita, pero esta vez no a la Capilla sino a un San Pedro Mártir que vive un nuevo amanecer, reconstruído, grandioso, elegante... gracias al arduo trabajo de la Venerable Archicofradía Ntro. Padre Jesús.
 
Sí, esos muros hoy de piedra labrada, con espadaña radiante donde repican campanas, con la Virgen del Rosario enseñoreando la Portada del Llanete y las columnas salomónicas, airosas, junto a los domini canes, acogen a sus huéspedes más Ilustres, al Señor de Las Espigas y la Señora y Reina del Campo Andaluz, ambos  Faros de Fe y Esperanza de Lucena.
 
Faros de Fe y Esperanza que irradían tal luz, que ni la ausencia de la misma apaga su brillo cuando todo se apaga y sólo la luz pura de la Fe de las velas los iluminan. Todo parece detenerse, el reloj para su minutero, los instantes son eternos, no hay reloj que mirar, ni prisas en ese momento, no hay más que El y Ella. Nada más allá de estos muros, fuera de los adentros del que toma la imagen, de quien callado y ensimismado la contempla. Todo induce al más puro y reflexivo silencio, a hacerse preguntas, a orar y dar gracias por todo, a encomendar el alma a sus manos. Él, ya Varón de Dolores, contempla a su Madre, que lo sostiene entre sus brazos. Una estampa dura de contemplar pero que fue su sino desde que era tierno infante en los brazos del Ara del Cielo, en los brazos de su Madre, el primer sagrario de su cuerpo.
 
Ella trajo a este mundo al Redentor que a las seis de la mañana de cada Viernes Santo atraviesa Lucena entre espigas y claveles para bendecir tres veces a su Pueblo. Ella, cada mayo, repite la bendición en la dulzura de su Mirada, pero esta Semana con Jesús y María, desde San Pedro Mártir, como preámbulo de la despedida, ambos, con su regia presencia, bendicen a Lucena como Faros de Fe de todo un pueblo.
 
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