"El nombre de la esposa"

Alfonso Jiménez
Escritor
17 de Abril de 2013
Negro, muy negro se le presenta el panorama a Magou Ndoye, un senegalés que lleva 10 años trabajando duramente por las tierras de Almería y al que se le ha denegado la nacionalidad española por "no haber demostrado un suficiente grado de integración en nuestra nación". 
 
- Y cómo se demuestra eso? pregunta un curioso.
 
- Pues en este caso, el solicitante no ha respondido a una de las preguntas del cuestionario exigido por el Registro Civil. El senegalés no ha sabido decir el nombre de la esposa del Presidente del Gobierno.- Anda. Pues yo tampoco, ni creo que lo sepan la mayoría de los españoles. No veo seria ni adecuada esa pregunta.
 
Magou tampoco, por eso ha recurrido a la Audiencia Nacional y, cosa extraña, su recurso ha sido admitido a trámite, previo pago de 400 euros de las nuevas tasas judiciales. Veremos cómo acaba todo esto. De momento, de nada ha servido el informe de la alcaldesa de barrio dando cuenta de la plena integración de Magou en la comunidad española ni los cientos de firmas vecinales avalando su buena conducta.
 
No pretendo frivolizar sobre este caso. Pero ¿se puede considerar serio que se le hagan esta clase de preguntas a un inmigrante para decidir si merece la nacionalidad española? ¿No sería más adecuado preguntarle cuánto vale alquilar una habitación en piso compartido? ¿O a cuánto se paga la hora de trabajo en los invernaderos almerienses? ¿ O cuántos millones de españoles están en el paro? ¿No sería más integrador preguntarle por el nombre de alguno de los mangantes actuales españoles que nadie debe imitar?- Hombre, es que esas preguntas están tiradas. Así cualquier inmigrante aprueba con nota. Y en el fondo, hay que poner dificultades porque aquí no cabemos todos.
 
Cierto es que la crisis que nos ha sido impuesta (sobrevenida, dicen) nos está empujando a situaciones que nunca esperábamos. Por eso, ya se han ido de España más de 400.000 personas cualificadas que no ven perspectivas laborales y se marchan en busca de otros horizontes que ojalá sean algo mejores que los nuestros. ¿Cómo se vivirá en Senegal para venirse a trabajar aquí y querer adoptar la nacionalidad española? Sin duda, mucho peor. Aquello es un infierno. Lo nuestro, un purgatorio. De momento, vamos.
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