"Los mudos del cine"

12 de Enero de 2013
 "Los mudos del cine"
"Los mudos del cine"
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Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
 
Como escribió Vicente Aleixandre en su poema «Adolescencia», cuando vi por primera vez una película muda. Cursaba COU y don Antonio Cruz Casado, profesor de lo literario y lo cultural de mi vida, nos ofreció las vanguardias más allá de la Literatura, con el visionado de El gabinete del doctor Caligari en clase. Recuerdo que me fascinó tanto que varias noches estuve imaginándome a Cesare por los tejados de Lucena. Hoy sigo teniendo más afecto a aquel decorado retorcido y anguloso de cartones de tendencia expresionista de 1920 que al mejor escenario ultrarrealista del cine actual.

A partir de entonces comencé a buscar títulos de aquel cine lejano, hecho a golpes de luz y de poderosa sugerencia lo que no me resultó fácil (hoy, con Internet, es diferente), pero conseguí El golem, otra gran obra expresionista con un monstruo un tanto estrafalario y una escena final inolvidable.
 
Más tarde hallaría Nosferatu, que es la mejor versión cinematográfica de Drácula; Metrópolis, que ha influido en el cine posterior (en títulos tan conocidos como Blade Runner, El quinto elemento o Matrix), aunque me resultó menos entretenida y sin un final brillante; y El acorazado Potemkin, una lección artística del cine. He vibrado con el tango de Rodolfo Valentino en Los cuatro jinetes del Apocalipsis, me he reído con Charlot y me ha llegado a aterrar la maldad de El doctor Mabuse. Y es que Cesare, Nosferatu, el doctor Mabuse y los demás, sin una palabra, me han dicho más que otros personajes en películas sonoras. Algo así debió pensar Chaplin cuando hacia el final de Tiempos modernos, largometraje sonoro y mudo al mismo tiempo, obliga a cantar una letra ininteligible a su personaje Charlot, quien no había dicho nada en toda la película: Charlot nos llega más con su silencio. Esta misma impresión recibo de The artist, la más moderna de las mudas que he visto, que es algo más que un reencuentro con el origen del cine y el fin de su etapa muda, aunque reconocemos técnicas propias de principios de siglo XXI, un siglo que, aunque pueda llamarse de las comunicaciones y destaque por la infinidad de medios para manifestarnos, se recordará sus primeras décadas por no ponernos de acuerdo ni saber cómo relacionarnos. Esta es una de las consideraciones que me trasladó la película realizada en 2004 Hierro 3, en la que la pareja protagonista no habla; todos quieren comunicarse con ellos por distintos motivos, pero su cómplice silencio es el vínculo que los mantiene unidos.
 
Es muy probable que Blancanieves de Pablo Berger sea otro gran título para el cine mudo, el español y el moderno, pero no consigo comprender cómo puede estar nominada en los premios Gaudí en la categoría de «Mejor película de habla catalana»… Parece ser que los carteles con las palabras de los personajes aparecen en castellano y en catalán al mismo tiempo, lo que ha permitido que se le pueda nominar en esta categoría. Puestos así, si no recibiera el premio, siempre pueden ir añadiendo distintos idiomas a los carteles, por ejemplo, la lengua de Shakespeare que hablan más de quinientos millones de hablantes; porque estamos hablando de los primeros personajes del cine mudo-bilingüe y, de ahí a políglota, queda menos.
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