Una de santería

09 de Abril de 2011

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A Antonio Crespillo y Carlos Muñoz
   
Hace ya tres años le envié a mi amigo Antonio Crespillo una curiosa fotografía del Nazareno de Priego de Córdoba portado por santeros, o dicho del mejor modo: santeado. De cómo fue y cómo acabó todo, cuestiones que me reservo, se preocupó él mismo de averiguarlo y no quiero dar cuenta aquí.

De mirar la fotografía repetidamente, yo siempre llego a la misma conclusión: la santería no tiene sentido fuera de Lucena. Quiero decir con esto que aquellas personas que siempre menosprecian la forma de procesionar de la santería se equivocan en sus valoraciones, cuando afirman rotundamente que los santeros no saldrían en caso de ir bajo el trono y con la cara tapada; pues, evidentemente, no hablaríamos de santería y, por consiguiente, de Lucena. Sería lo mismo decir que no saldrían en Sevilla, si salieran con varales y al hombro por fuera; ya que, por supuesto, los costaleros no saldrían allí, porque estaríamos hablando de otra cosa, de otras procesiones, de otra semana Santa. Que se santee al Nazareno de Priego nos parece igual de extraño y fuera de lugar que santear al Gran Poder de Sevilla o llevar a costal a nuestro Cristo de la Columna.

Partiendo de este presupuesto, ya cada persona debe de valorar la semana Santa de acuerdo a sus devociones, porque no podemos olvidar que se trata de un momento de gran religiosidad; de hecho, me parecería indecente y tristísimo que hubiera santeros y cofrades que utilizaran esta fiesta religiosa y popular solo para un reconocimiento social, y viceversa. Precisamente, por esta original conjunción religiosa y popular, hay momentos que me encantan e, incluso, algunos que me conmueven. Por ejemplo, lo que más me gusta del domingo de Ramos es el torralbo, la santería y el encendido de velas de la Pollinita. Esto último, lo de detener la procesión para dar luz al Cristo (nosotros, Sus hijos) me parece de un encanto y de una profundidad mayor de lo que se pueda creer. Y, sobre todo, algo personalísimo que lleva compartiendo con Lucena desde su primera salida (este dato no lo tengo contrastado). También me impresionan sobremanera la salida de la Columna, la subida de la cuesta del Maquedano de la Pollinita del martes Santo, la Santa Fe por la calle Las Tiendas y el horquillo de la calle Las Mesas de Jesús. Son momentos que yo intento no dejar atrás ningún año.

Pero, a pesar de que Lucena tenga una buena semana Santa, animo a quien me lea que comparta la de otros lugares, no para comparar (que es un error), sino para reivindicar lo auténtico y poner las cosas en su sitio. Así, me hará reír quien diga que lo de salir al hombro y a cara descubierta es exclusivo de aquí, porque no ha ido a Monturque, Benamejí o Antequera; y no daré la razón a quien hable de desorden el viernes Santo, porque, sin duda, no ha ido a Priego de Córdoba ese mismo día, ese mismo viernes Santo, que es igual para todos, aunque Jesús no sea el mismo. Y, por ello, ya lo decía al principio, aunque sea muy obvio: lo que hace a Lucena única en semana Santa es la santería.
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