Terremoto del corazón

14 de Marzo de 2011

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A medida que leo noticias y datos sobre el terremoto, tsunami y demás desastres que están ocurriendo en Japón, se incrementa mi pesar y se me viene a la cabeza lo ocurrido con la apertura del sexto sello en el Apocalipsis, no sólo por el terremoto, sino también por lo que las islas serán movidas de su sitio. Y me llama la atención aún más al tratarse de Japón, uno de los países más avanzados del mundo y más preparados para los seísmos, que está teniendo más problemas de los que esperaba:  

Salid sin duelo lágrimas corriendo.
 
Este reciente, el de hace poco de Nueva Zelanda y los dos más terroríficos terremotos del año pasado en Haití y Chile se me agolpan en el pecho. Pese a la lejanía física de donde me encuentro, no hay manera de mantenerse indiferente, mucho menos con Internet, que casi te sitúa allí mismo, con la extrañeza de que uno está en una cómoda silla. Aún estremece, pese al tiempo, la canción de Violeta Parra narrando y describiendo su experiencia en el terremoto de 1960 de Chile (el mayor registrado desde que el ser humano es consciente de su humanidad):
 
Puerto Montt está temblando
con un encono profundo,
es un acabo de mundo
lo que yo estoy presenciando.
[…]
La mar está enfurecida,
la tierra está temblorosa.
¡Qué vida tan rencorosa
lo trajo la atardecida!
Con una angustia crecida,
le estoy pidiendo al Señor
que detenga su rencor
tan sólo por un minuto;
es un peligro este luto
«pal» alma y el corazón.
 
Ciertamente, es un terremoto también para el alma y el corazón, que se me llenan de desasosiego y se me apenan ante estas desgracias. A finales del año pasado, asistí en Córdoba a la conferencia de José Manuel Ventura Rojas, el profesor cordobés que estaba sin localizar en Chile tras el terremoto (que, por cierto, a principios de 2010 impartió en Lucena una conferencia de otra temática), sobre su experiencia tras aquel 27 de febrero chileno. En la sala solo estaba presente una docena de personas y, entre tantas ausencias, me preguntaba por qué no había ningún medio de comunicación; sin embargo, en marzo estuvieron pendientes de localizarlo sin descanso para anunciar su aparición y entrevistarle y no sé por qué motivo no iban a recoger ni una palabra de la conferencia. Me entristeció que, como era la fecha que tocaba, las noticias giraran en torno a las fiestas navideñas dejando al terremoto, sus consecuencias y sus protagonistas relegados al olvido; y, ahora que era Carnaval (al escribir estas líneas), la función de este se cumplió perfectamente, como dice el tango de Sus ojos se cerraron:
 
y mientras en las calles
en loca algarabía
el carnaval del mundo
gozaba y se reía.
 
Por un lado, el dolor de Japón y, por otro, la alegría del carnaval en casi todo el mundo. Así, la teoría de la aldea global suena a chiste malo.
En nuestra Andalucía, así como en toda España, dice el refrán que no siente el corazón si los ojos no ven; pero hay que tenerlos cerrados, estar consciente ciego o totalmente dormido, para que no te afecte tanta revuelta del interior de la Tierra. Bien nos puede servir esta copla del poeta lucentino Antonio Roldán, para que pudiéramos decir que ojalá fuera un sueño tanta desgracia nipona:
 
No me despiertes si duermo,
que durmiendo se me quitan
las penas que llevo dentro.
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