Un villancico para después de las fiestas

09 de Enero de 2011
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Ya se van los pastores 
a la Extremadura,
ya se queda la sierra
triste y oscura.
 
Ya se van los pastores,
ya se van bajando.
Más de cuatro zagalas
quedan llorando.
 
Este villancico, junto a otros que hoy se siguen cantando y otros que están en la línea de copla popular, lo recordó mi abuela, como uno de los que cantara en su juventud. Me indicó que la conocía por Rafael Benedito, músico-pedagogo, uno de los maestros que desarrolló la canción popular en los años veinte y treinta y que, según podemos conocer por el libro Lucena, siglo XX de Juan Parejo, fue director del coro de nuestra ciudad en 1928 y 1929.

Dejando aparte estos datos, lo que más me llama la atención de este villancico es que no menciona a la virgen María, a San José o al Niño por ningún lado; trata de unos pastores que se van, dejando tristeza tras su marcha, puesto que se han llevado la alegría. Se podría decir que es un villancico para después de las fiestas, cuando ya no hay Niño ni San José, cuando los pastores se han ido con las luces de colores, la música alegre, los juguetes y los regalos y las felicitaciones diarias; ahora quedamos desde el valle a la sierra con un triste enero. Sin embargo, enero ya empezó para muchos el pasado diciembre, aunque algunos medios de comunicación no se animen a exponerlo. En las cadenas televisivas nacionales más vistas dedicaban mayor atención a lo que se podía comer que a las familias que no podían hacerlo, a que los futbolistas por haber ganado el mundial merecían las suntuosas cenas a las que asistían, a que se activó la economía entre Nochebuena y Reyes sin comentar por asomo el número de empresas cerradas el último día del año; en resumen, las televisiones no anunciaron que se han ido los pastores.

Pastores que «ya se van bajando» por la cuesta de enero, mientras que otros tenemos que subirla. Lo importante es que hay que evitar lo que cantaba el tango y no rodar con las ilusiones pasadas, aunque será difícil, ya que 2011 no ha comenzado lleno de ellas ni las vemos en el futuro, tanto en lo nacional como en lo local: sube todo, los políticos no se ponen de acuerdo, los futbolistas acaparan horas en los informativos en detrimento de los escritores, los músicos o los cineastas… Creo que ya entendemos por qué «más de cuatro zagalas quedan llorando».

Pero todo tiene su explicación. Este villancico está catalogado como canción de montaña (en un cancionero) y su autor no es el señor Benedito, aunque este sí lo empleó para sus trabajos de música y, por ello, debió utilizarlo en Lucena y sonó en las Navidades de finales de los años veinte. Malos años debieron ser estos, pues Juan Parejo, en el libro citado más arriba, habla del desempeño de lotes de ropa en el Monte de Piedad y de la labor del ayuntamiento prestando los servicios de farmacia municipal, subsistencia, cocina y comedor populares; que nos recuerdan la situación actual. Lo que quiere decir que en todas las épocas ha habido momentos buenos y malos y que los pastores tarde o temprano se acaban marchando. Sin embargo, de la memoria de mi abuela no se fueron, quedándose en forma de villancico para después de las fiestas, aunque paradójicamente la coplilla diga que se están yendo y se calle que van a volver.
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