Las semiesclavas del siglo XXI

21 de Noviembre de 2015
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Internas.  Así llaman a miles de mujeres inmigrantes que trabajan de sol a sol en el hogar, y lo hacen todos los días de la semana. No conocen lo que es el descanso, ni el festivo. Trabajan  cuidando ancianos, dependientes, matrimonios con hijos. Limpiando y haciendo comida. Semiesclavas del Siglo  XXI. Libran, unas horas o una tarde a la semana, gracias a la gentileza de algún empleador. La mayoría nunca descansa, otras ni duermen; libran algunas horas que dedican a recordar su pasado, a su familia que abandonó, aprovechan para enviar algo de remesa a  los suyos. Cobran, en muchos casos, menos del salario mínimo interprofesional, y muchas lo hacen en negro o en blanco, no sé qué color utilizaría para referirme a la forma de cobro.

Mujeres inmigrantes, que suponen casi el 60% de las empleadas de hogar. La mayoría son internas, y no me refiero al sistema penitenciario, sino al sistema del hogar, donde la situación es peor. Una de cada tres empleadas no tiene papeles, necesitan dinero, necesitan hogar y cobijo. Otras, con papeles, cotizan obligadas a pagar ellas mismas la totalidad de la cuota a la Seguridad Social, incluso sin tener trabajo, por miedo a perder el maldito permiso de residencia y la vuelta a la irregularidad y la expulsión. Cotizan a un régimen sin prestación por desempleo, hecho a medida de la explotación, un régimen con nombre masculinizado, que sus orígenes vienen de tiempos de antaño, de tiempos de "La Chacha" de toda la vida

Empleadas internas, que representan una fuerza vital en la sociedad, que mueve un engranaje de cuidados, sin el que las cosas no funcionarían. Heroínas anónimas que hacen frente a situaciones complejas, que no cubre un Estado, incapaz de cuidar de todos sus ancianos, de todos sus dependientes; un Estado incapaz de implantar y cuidar la conciliación.

Internas, que les siguen descontando gran parte del salario en concepto de manutención y alojamiento. Una práctica vergonzosa que muchas empleadas del hogar siguen sufriendo, porque su situación de necesidad no les permite negociar ante el gran poderío del Señorito.

Cierto que ha mejorado la situación del Sistema del Hogar en los últimos años con las reformas llevadas a cabo para su integración en el Régimen General, pero trabajar de sol a sol por un salario indigno, de lunes a domingo sin derecho a descanso, sigue siendo inaceptable, sigue siendo una situación de semiesclavitud. Debemos tener más conciencia social de lo que ocurre, máxime cuando la mayoría de los empleadores somos nosotros mismos, que, a su vez, somos trabajadores y trabajadoras que luchan por tener condiciones de trabajo decentes y dignas. Luchamos por la conciliación, pero luego no lo ponemos en práctica en casa.

Hasta que el empleo doméstico no sea considerado un trabajo digno e igualitario, y una labor tan válida y útil como cualquier otra, hasta que no desaparezca la interinidad entendida como un trabajo de sol a sol, y se vigile de cerca las condiciones de trabajo en el hogar, hasta que el Estado no haga frente a todas sus obligaciones y apueste por la conciliación, las reformas no acabarían con la desigualdad del trabajo en el hogar.

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