Antonio Durnes: Acordes de Salud y Misericordia en la Trompeta del Silencio

Treinta años después, Antonio Durnes Fuentes rematará sus acordes en la secuencia que más le conmueve. "Voy dándole gracias a Él por haberme permitido ser un año  más su trompeta y haberle tocado y hablado durante toda la estación de penitencia como un Padre y un gran amigo"

09 de Marzo de 2016
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El precursor del himno del Miércoles Santo silenciará su plegaria sonora en la inminente Semana Santa mientras interpreta el toque de la entrada a San Mateo del Cristo de la Salud y Misericordia. Treinta años después, Antonio Durnes Fuentes rematará sus acordes en la secuencia que más le conmueve. "Voy dándole gracias a Él por haberme permitido ser un año  más su trompeta y haberle tocado y hablado durante toda la estación de penitencia como un Padre y un gran amigo". Jesús Mármol y Juan Antonio Domínguez garantizan un fervor de metal y le conceden seguridad en el futuro a su maestro.

Un amigo, Antonio Gómez Sabán; un primo en común, Paco Durnes; y un manijero, Juan Carlos Martos, se coaligaron para enraizar una melodía de origen militar, difundida por el trompetista Roy Etzel e introducida en España por el músico Rudy Ventura en el año 1964. En el otoño de 1985, Antonio Durnes revolucionó una junta de santeros del Señor de la Salud y Misericordia con una pieza que "caló de forma definitiva en el sentir cofrade de la Hermandad y en la devoción popular". De hecho, "hoy no se entiende la madrugada del Jueves Santo sin esas melancólicas notas", señala un solista que en 1986 se incorporó definitivamente al clamor sigiloso del Crucificado de los Estudiantes.

La junta de gobierno que encabezaba Antonio Díaz Serrano decidió nombrarlo Trompeta Oficial del Silencio en el año 2007 y, desde entonces, la cofradía se responsabiliza de gestionar y conservar esta costumbre que resuena en el viento de la noche.

Los ensayos en la academia de la Banda de Música de Lucena, a la que continuará perteneciendo Antonio Durnes, se retoman en septiembre e intensifican en Cuaresma. Tardes repetidas de esfuerzo e ilusión a las que se agregó hace más de una década Jesús Mármol y, más recientemente, Juan Antonio Domínguez. Por primera vez en la Pasión lucentina de Jesús, y de forma excepcional, tres trompetas venerarán al Silencio entre sentimientos entrecruzados. "Artísticamente supone una responsabilidad enorme, ya que hay que estar muy concentrado y mirar solo a los ojos del Cristo para que no haya ningún despiste y emotivamente es un gran privilegio y me siento muy orgulloso de ser el trompeta del Señor y poder compartir con todo el pueblo ese toque que en las miradas de las personas deja de ser melodía para convertirse en oración".

La renovación que representan Jesús Mármol y Juan Antonio Domínguez serena el retiro. "Puedo irme tranquilo, se han cumplido todos los objetivos que me había marcado; esto se ha hecho una institución y años atrás empecé con la inquietud de que no podría ver al Silencio en la calle sin trompeta". La afianzada juventud de Mármol y Domínguez dispensa vitalidad a los distintos episodios patentados en el corazón de Antoino Durnes entre el mutismo de los tambores enlutados. "El de Hermanos, con mucho recogimiento; El de la Salida, impresionante al abrir las puertas de San Mateo y con todo el pueblo de Lucena esperando encontrarse con el Cristo; El del Amor, dedicado al Nazareno del Martes Santo en su pasaje; El de la Cuesta del Castillo, en un escenario monumental; El de las Escalerillas, con la solemnidad del Cristo subiendo y Lucena entera le haciendo sus peticiones o acciones de gracia; El de San Agustín, intuyendo que las monjitas lo están viendo a través de las celosías; El de Dios Padre, donde empezamos a disfrutar porque soltamos el 'pellizquito' de la tensión y nervios; El de la Alegría o el de la Plaza Nueva, ya el Cristo se acerca a su casa sin ningún tipo de incidente a destacar". Y entre agradecimientos a hermanos mayores, manijeros, santeros, tambores, sacerdotes, capellanes, discípulos, al pueblo de Lucena y a sus familiares, muy especialmente, a su mujer, a su hija Araceli, y a su yerno, Francisco, estremecerá –por última vez y dentro de dos semanas- a los fieles del Silencio al regreso del Cristo a su templo.

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