Colaboración: El primer besamanos de María Santísima de Araceli, por Antonio Ruiz Granados 

08 de Noviembre de 2016
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Yo quiero besar la mano

de mi Virgen la serrana. 

 

Desde tiempos inmemoriales, distintas culturas orientales instituyeron la costumbre de, en señal de respeto y sumisión, besar la mano de sus más altas autoridades. La entrada de este ritual a occidente pudo producirse, casi con toda seguridad, tras la incorporación de los territorios helenos a Roma. El ocaso de la fiera Roma y el empuje de los pueblos bárbaros trajo consigo el temor de muchos campesinos que, con una economía ruralizada y depauperada, estimaron que la solución era reunirse en torno a un señor que, gracias a su capacidad adquisitiva, les proporcionaría seguridad. Nacía así el régimen señorial, base física del régimen feudal consolidado algo después, en el que un hombre, el vasallo, aceptaba sumisión a otro hombre a cambio de tierras. El pacto se hacía efectivo tras la firma de un contrato, el ritual del homenaje, que finalizaba con un beso del vasallo al señor en la mejilla o, lo más habitual, en la mano. El clero y los reyes entraron en el juego y, coincidiendo con las etapas de mayor poder de éstos, serán los que acaparen la mayor parte de los ósculos del pueblo, generalmente durante el transcurso de ceremonias para celebrar o conmemorar algún evento de relevancia. 

Entrado el siglo XX, la Iglesia debate la cuestión de la realeza de Cristo, que se salda con la promulgación de la encíclica Quas primas del 11 de diciembre de 1925, mediante la que Pío XI afirma la realeza de Jesús y define su reinado. En este contexto, el día 18 de diciembre de 1925, festividad de Santa María de la Esperanza, al abrirse las puertas de la iglesia de San Gil los devotos de la Macarena se encuentran con la imagen fuera del altar, exhibiendo su mano para ser besada. Aun sin móviles ni whatsapp, la noticia corrió como la pólvora por las calles de Sevilla, siendo tantos los fieles que se agolparon a las puertas que la hermandad se vio obligada a continuar un día más. (Foto inferior izquierda). La experiencia se repitió al año siguiente y, ya en 1927, era la Esperanza de Triana la que incorporaba este acto entre sus cultos, recibiendo el impulso definitivo con la implantación del besamanos del Gran Poder en los años treinta. 

antigua

Siendo hermano mayor en funciones don Abundio Aragón Serrano, la Real Archicofradía de María Santísima de Araceli plantea la posibilidad de exponer a la patrona de Lucena y del Campo Andaluz en devoto besamanos, por primera vez en su historia, en 1955. Tras la aprobación de la iniciativa, se fija el día 8 de mayo, segundo domingo del mes. La jornada se inició con una misa por la mañana y, ya a las 4 de la tarde, se volvió a abrir la iglesia de San Mateo (foto superior derecha). La Santísima Virgen, que ese año estrenaba el manto de los dragones regalado por la corporación municipal, resplandecía en el centro del altar mayor, custodiada por los blandones decimonónicos y por ánforas cuajadas de flores graciosamente dispuestas. Tras el rezo del Santo Rosario y después de entonar una Salve, el arcipreste don Joaquín Garzón Carmona fue el encargado de inaugurar el besamanos. A continuación, se postró ante nuestra Madre dulce y buena el alcalde, don Daniel León Gutiérrez, que le entregó la vara de regir a la, desde ese año, Alcaldesa honoraria y perpetua de la ciudad de Lucena. La inusual jornada se extendió hasta altas horas de la madrugada a causa de los miles de aracelitanos que, por primera vez en sus vidas, por última en algunos casos, quisieron postrarse ante el Ara Sagrada del Cielo para dirigirle unas palabras de súplica o de agradecimiento, tal y como recoge nuestro genial paisano don Antonio Roldán en el poema que adjuntamos y que reproduce ese primer besamanos. 

Ahora, 61 años después de ese día inolvidable, se vuelve a hacer historia. La Virgen de Araceli, el corazón que mueve al pueblo aracelitano, dejará su camarín para ofrecernos su maternal consuelo en un extraordinario besamanos. Besamanos que, además, es extraordinario, por partida triple. De un lado, por el motivo, la clausura del Año de la Misericordia. De otro, por llevarse a cabo, por vez primera, en el Real Santuario de la Sierra de Aras y, además, por extenderse desde el despuntar del día 12 de noviembre hasta, con una vigilia durante la madrugada, la noche del día 13, lo que nos permitirá estar junto a la patrona del Campo Andaluz más de treinta horas de forma ininterrumpida. Es el momento de que, como en 1955, formemos parte de la historia 

 

Un beso con una lágrima 

… y el campo se va vistiendo 

con sus más bonitas galas. 

De azul se viste el olivo. 

El trigo, verde esmeralda. 

La margarita se pone 

un collar de hojitas blancas, 

y en tanto las amapolas 

sobre el suelo se desangran, 

en la reja las macetas 

bordan claveles y dalias 

para dejarlas prendidas 

en los mantones del alba. 

Hoy quiere dejar la Virgen 

su mano, de nardo y nácar 

para que el pueblo la bese. 

Por eso la alondra canta. 

Por eso se viste el campo 

y por eso ríe el agua. 

Una copla sobre el aire 

se pierde por las besanas. 

Una copla que ha nacido 

sin saberlo las guitarras. 

Yo quiero besar la mano 

de mi Virgen la serrana 

y después que Dios me lleve... 

pero después de besarla. 

Dejad que se acerque el viejo. 

Ayudadle si no alcanza. 

Muchas leguas de camino 

lleva el abuelo a su espalda 

y ya su cuerpo se inclina 

porque la tierra lo llama. 

Mirad cómo tembloroso 

se inclina para besarla. 

Mirad bien cómo sus ojos 

de una lágrima se empañan. 

¿Que llora el viejo? Sí llora. 

Y llora porque al mirarla 

quiso regar con su llanto 

las flores de una plegaria. 

En los labios de la Virgen 

una sonrisa se cuaja. 

Tal vez después, en el cielo, 

quiera secarle esa lágrima.

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