"La crisis o la venta de humo"

20 de Febrero de 2012
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Dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua de la palabra crisis, (del latín crisis, y este del griego ??????) en su primera acepción, “Cambio brusco en el curso de una enfermedad, ya sea para mejorarse, ya para agravarse el paciente”.

 

Efectivamente padecemos, como sociedad, una enfermedad y varios han sido los galenos llamados a sanarla.

 

La receta socialdemócrata, efectiva durante mucho tiempo en esta ocasión no lo ha sido, no ha matado al paciente pero tampoco lo ha sanado, lo ha mantenido en un impasse,  y dado que esa medicina no ha sido efectiva en la medida en que se esperaba, el paciente recurre o otra diferente, ni mucho menos nueva pero olvidada ya por los más maduros y desconocida para los más jóvenes, pues nada hay nuevo salvo lo que ha olvidado.

 

Esa receta, dicho grosso modo, consiste en que “el que tiene pase, pasa; y el que no tiene pase, no pasa”. Se trata de, amparándose en la situación, retrotraernos a tiempos pretéritos, los por algunos considerados buenos tiempos y que, basándose en la desmemoria de unos y el desconocimiento de otros, aprovechan para volver por sus fueros.

 

Cierto es que no les falta, ni nadie les discute, legitimidad democrática; los ciudadanos han hablado y su voz ha resonado alta y clara, les han encomendado, cual si fueran bálsamo de Fierabrás,  el remedio a sus males, la solución a su crisis, pues el recurso a “las pócimas mágicas” es el último de recurso del que se cree sin cura y ya desconfía de cualquier otro remedio.

 

Desgraciadamente “las pócimas mágicas”  solo sirven para enriquecer al que las vende y las administra, a los vendedores de humo, a los que prestidigitadores de la realidad que se aprovechan del desconocimiento y la esperanza del enfermo angustiado.

 

Y eso es lo que han vendido, y los ciudadanos, con todo entusiasmo, han comprado; humo disfrazado de esperanza, con la esperanza de que todo vuelva ha ser como una vez fue y que, según su particular modo de ver, nunca debió dejar de ser.

 

Basta con ver como lo que de palabra recetaron  y lo que, efectivamente, han escrito en la receta.

 

Juan M. Roldán
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