Colaboración gráfica: "Cuando se encienden los altares", por Jesús Ruiz Jiménez

No todo es calle, tambor, torralbo, túnica, esquina mala, saeta. Todo esto tiene un mensaje y, por eso, se encienden los altares.

23 de Febrero de 2016
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Cuando llegan estas fechas se encienden los altares. A muchos nos gusta ver esta luz, la luz más pura, que anuncia que los días grandes se aproximan y para que lleguen hay que hacer una travesía de cuarenta días.

Estamos en Lucena, ciudad a la que muchos consideran –más que cofrade– puramente santera. Mucho se debate año tras año sobre la relación entre ambas partes. No entraré a valorar dichos aspectos, esto corresponde a otros, pero creo que jamás se podrá entender la santería sin las cofradías. Sin ellas nada tiene sentido. Las cofradías son portadoras de Luz.

No todo es calle, tambor, torralbo, túnica, esquina mala, saeta. Todo esto tiene un mensaje y, por eso, se encienden los altares.

La Luz da sentido a todo. Se celebran triduos, quinarios, funciones principales para llenar las iglesias y no para ver bancos semivacíos. Por eso se encienden los altares.

Un simple gesto, el de arrimar una caña con un pabilo encendido para iluminar, es el que da sentido a todo. Esos altares son mensajeros de Luz. Llenemos iglesias, capillas, conventos y no nos quedemos en lo superficial. Por y para eso, se encienden los altares.

Acaba el triduo y el humo forma volutas para el sueño de un cofrade. La iglesia rebosó con sus hermanos, sus devotos y santeros. Tras esa luz vino una larga hilera de cirios en una noche de Semana Santa. Para eso se encendieron los altares.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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