La ermita de la Aurora vivió en la noche del jueves una jornada histórica con motivo de la presentación y devolución al culto de la Virgen de la Aurora, imagen titular de su cofradía, tras culminar un complejo proceso de restauración llevado a cabo durante los últimos meses por los restauradores Manuel Espejo y Miguel Ángel Sánchez.
Con asistencia del presidente de la Agrupación de Cofradías de Lucena, Antonio Díaz, y la edil de Patrimonio, Charo Valverde, los hermanos mayores de corporaciones hermanas, fieles y devotos, el acto comenzó con las palabras de Araceli Sánchez, secretaria de la cofradía, quien destacó el esfuerzo de la hermandad por preservar su patrimonio artístico y devocional, un compromiso que ha hecho posible esta intervención gracias a una subvención de 5.095 euros otorgada por la Delegación de Patrimonio del Ayuntamiento de Lucena. Aunque esta ayuda no ha cubierto la totalidad del coste, sí ha permitido abordar parte significativa de los trabajos.
Una imagen con siglos de historia
La Virgen de la Aurora es una talla barroca atribuida al escultor José de Medina, fechada entre 1756 y 1759, en pleno apogeo artístico de la ermita y la cofradía, fundada en 1717. La imagen, que representa a la Virgen en actitud majestuosa sobre una nube con querubines, vestida con túnica carmesí y manto azul, es un exponente de la iconografía propia de esta advocación.
Aunque se conocían intervenciones puntuales a lo largo del siglo XX, jamás había sido sometida a una restauración profunda y completa como la ahora ejecutada.
Los restauradores presentaron una detallada ponencia en la que explicaron los criterios y fases del proceso, calificándolo como “el mayor reto de nuestra trayectoria”, debido a la delicadeza de la talla y la acumulación de capas de añadidos, repintes y alteraciones.
Tras una exhaustiva fase de estudios técnicos —incluyendo radiografías, endoscopias, luz ultravioleta y catas estratigráficas—, se detectaron diversas patologías estructurales y cromáticas, muchas de ellas ocultas a simple vista: suciedad acumulada, repolicromías inapropiadas, desgaste del pan de oro, grietas y ensambles debilitados.

La restauración se realizó conforme a los principios fundamentales del restauro contemporáneo: mínima intervención, máximo respeto a la obra original, reversibilidad y discernibilidad. Las tareas incluyeron limpieza mecánica y química, consolidación estructural con resinas especiales, reintegraciones volumétricas y cromáticas, y la sustitución de elementos metálicos por sistemas más discretos.
Uno de los grandes logros ha sido la recuperación del estofado original del manto y la nube, así como la luminosidad del rostro, antes velada por capas de cera y barnices oxidados. Los querubines, cuya policromía original había sido tapada por hasta cinco capas de repintes, han recobrado su expresión primigenia, devolviendo a la imagen una ternura que había quedado desdibujada.

Una devoción que se renueva
Paralelamente, se intervino también la peana de la imagen, siguiendo los mismos criterios técnicos, y se incorporó un nuevo marco metálico de protección diseñado por Rafael del Pino, pensado como medida de conservación preventiva ante futuras manipulaciones.
Al concluir la presentación técnica, Antonio Requerey, hermano mayor de la cofradía, tomó la palabra para agradecer públicamente al Ayuntamiento de Lucena su implicación en el proyecto, así como para reconocer la calidad y profesionalidad demostrada por los restauradores., expresando su deseo de que esta intervención sea del agrado de todos los hermanos y devotos.
“La Virgen que se fue, vuelve siendo la misma... pero con la policromía limpia”, afirmaron los restauradores, resumiendo así con sencillez el sentido profundo de esta restauración: devolver el esplendor sin borrar la memoria.