Un año más, volvió Jesús a encontrarse con el divino rostro de su madre al llegar a la Calle Ancha. Con semblante humillado, pero bondadoso, paseó de rodillas su pena desde el templo mayor de San Mateo hasta el claustro franciscano; y entregándose allí con infinita Pasión, quiso vertir en el cáliz de salvación, hasta la última gota de su Sangre.
Mientras, en Santiago... ¡Hosanna, Rey de los Judíos! De parafina, claveles y canela impregnaban los rayos del sol, los muros del templo jacobeo bajo la atenta mirada del hombre, hijo único de Dios. Gloria a ti, en el cielo. Y en el barrio alto del Valle, gloria a los hombres que aman al Señor.
Corría así, el tiempo en Lucena. Dejando ya atrás otro Domingo de Laetare.
Se acerca. Quedan catorce.
Galería y texto: Jesús Cañete.