¿En que país vivimos?, por Alfonso Jiménez

Alfonso Jiménez
Escritor
30 de Noviembre de 2014
Han sido días inacabables. El 20 y 21 de noviembre, dos fechas ya para olvidar. ¿Somos realmente un país responsable, con inquietudes y aspiraciones? A la vista de lo ocurrido, parece que no. Ni la tenaz prensa de derechas se ha volcado este año en recordar la muerte de Franco y el triunfo absoluto del PP el 20-N. Ni siquiera las televisiones privadas han tocado el tema. Nada. En España sólo ha habido dos noticias importantísimas: la muerte de la Duquesa y la cárcel de Pantoja. Lo dicho, para olvidar. Aunque todavía nos quedarán varias semanas bitemáticas. Hasta Navidad.
 
¿En qué país vivimos? No es admisible que TVE, la televisión pública, haya dedicado 8 horas a entretenernos con la vida y milagros de la duquesa y que incluso haya televisado casi por completo el largo y pomposo funeral de estado celebrado en Sevilla. No es serio. Tampoco lo es que las otras cadenas "progresistas" se hayan bilocado exclusivamente entre el palacio de Las Dueñas y la cárcel de Alcalá de Guadaíra. Periodistas y fotógrafos no sabían dónde acudir.
 
Ha sido algo bochornoso. Por un lado la infanta, los ministros, el alcalde, los políticos, el cardenal, el arzobispo, decenas de curas despidiendo a la difunta hasta con un remate de besado de urna por toda la familia. En el otro extremo, a pocos kilómetros, en Alcalá, la tonadillera Pantoja, exmedalla de oro de Andalucía, era recibida con gritos y pitos y conducida a presidio flanqueada por dos funcionarias. Todo un espectáculo. Mejor, dos en uno. Sólo ha faltado el pequeño Nicolás.
 
Por lo visto y leído, algo va muy mal. España tendría que someterse a un gran chequeo médico y a una multiresonancia para no acabar descerebrada. Resulta imcomprensible que en estos días los medios hayan silenciado una noticia tan grave como la de Corea del Norte, que amenaza con una prueba nuclear ante la hostilidad de la ONU; o hechos tan noticiables como el proyecto de Obama para regularizar a 5 millones de inmigrantes en situación ilegal; o la decisión de Islandia de llevar a la cárcel a los responsables de sus 3 mayores bancos por el colapso de 2008. Nada. Silencio.
 
En clave nacional, casi todos los medios han pasado de puntillas sobre noticias tan delicadas como el ERTE de Campofrío que afectará a 774 empleados; los 10 millones de horas ilegales que hacen los trabajadores españoles a la semana, sin que se las paguen ni se cotice por ellas; han silenciado el hecho de que más de 1 millón de personas ya han salido de España, en los 3 últimos años, en busca de trabajo; han ocultado el dato dramático de que el 34% de los asalariados españoles ganan menos de 600 euros; incluso se ha puesto sordina al doloroso caso de la anciana de 85 años desahuciada por haber avalado a su hijo en 72.000 euros impagados, mientras que España ha sido denunciada ante la UE por el escandaloso sobrepago de 3.400 millones hecho a las eléctricas.
 
En un país como el nuestro, en donde la corrupción ya es rampante, generalizada, y con casi 6 millones de desempleados y cerca de 2 millones de hogares con todos sus miembros en paro, resulta vergonzoso, dramático, increíble que los medios de comunicación se dediquen horas y horas a la adulación sin límites de una duquesa cuyos grandes méritos han sido nacer rica terrateniente, ser bética, amante de El Rocío, la Semana Santa, la feria, los toros y el flamenco. Hay quien la califica de "rebelde" (¿contra qué luchó?); de generosa y sencilla, cuando duró 6 meses su viaje de novios. Si bien es cierto que el cardenal oficiante la ha definido como noble, muy noble de corazón.
 
Más de 80.000 sevillanos han desfilado ante su féretro a venerar sus virtudes. A este paso, no me extrañaría nada que los hinchas béticos y la hermandad de los Gitanos, propongan llevarla pronto a los altares. ¡Santa súbita! Hasta ahí se podría llegar.
 
Más artículos de Alfonso Jiménez en su blog: La Carpintería
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