Opinión: "Corazones vallados", por Juan M. Roldán

19 de Marzo de 2014
 Opinión: "Corazones vallados", por Juan M. Roldán
Opinión: "Corazones vallados", por Juan M. Roldán
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¡Si! Soy un privilegiado. No hay duda. Aunque tal afirmación pueda parecer pretenciosa no lo es en el contexto en el que quiero enmarcarla. A unos escasos centenares de kilómetros de aquí, de mi ciudad, de nuestra ciudad, de Lucena, hay una frontera delimitada por una valla. Una valla muy alta, repleta de puntiagudos pinchos y filosas cuchillas, de moderna parafernalia técnica, vigilada por guardias y destinada, al menos eso nos dicen, a protegernos a nosotros y a nuestro estilo de vida.
 
A un lado de esa valla estoy yo, estamos nosotros, los privilegiados, los protegidos, al otro, los desposeídos, los desprotegidos, los que nada nunca tuvieron, ellos, los otros, los de piel oscura, los diferentes. Solo el azar ha querido que yo, que nosotros, hayamos nacido a este lado de la valla y no al otro. Solo el destino ha querido que yo, que nosotros, no seamos uno de ellos.
 
Por eso, cuando los veo en el telediario, no puedo evitar verme a mi  mismo, a mis hermanos, a mis amigos, a mis conciudadanos, reflejados en ellos, podría, podríamos, haber sido uno de ellos, no lo soy, no lo somos, que suerte hemos tenido.
 
Por un momento cierro los ojos y me imagino allá, en la lejana África Central, dispuesto a iniciar el camino. Camino inundado por ríos de sufrimiento humano, océanos de lágrimas, montañas de penalidades, y sin embargo, irresistible para miles y miles de seres humanos, impelidos a arrostrar sus peligros por la enorme fuerza de su esperanza. Si, Esperanza, en encontrar, si completan el camino, una simple oportunidad. La misma oportunidad que nosotros, los privilegiados, hemos tenido por la suerte de haber nacido a este lado de la valla y que ellos encontraran, como un obstáculo más en su camino, dispuestos a afrontarla aunque ello signifique, literalmente, dejarse la piel.
 
En honor a la verdad debo reconocer que no profeso religión alguna, sin embargo, las enseñanzas de Jesus de Nazaret me parecen las más hermosas enseñanzas que jamás se hallan impartido. No pretendo juzgar, no pretendo dar lecciones de moral ni de nada a nadie, el propio Jesus de Nazaret dijo “no juzguéis y no seréis juzgados” No obstante me pregunto ¿Qué hay en el corazón de los hombres que erigen esas vallas?
 
Quiero comprender que impulsa a esos hombres que dicen, de si mismos, ser cristianos, algunos de ellos de forma pública y notoria ¿Cómo es posible que siendo seguidores de Jesus de Nazaret actúen de manera tan opuesta a sus enseñanzas?
 
No es fácil ver en su corazón. Tal vez no se pueda ver porque antes de levantar las vallas fronterizas han vallado su corazón con alambre de espino.
 
En 1875 el poeta William Ernest Henley escribió:
 
“Más allá de la noche que me cubre/negra como el abismo insondable/agradezco a los dioses, si es que existen/por mi alma inconquistable.
 
Caído en las garras de la circunstancia/nadie me vio llorar ni pestañear/bajo los golpes del destino/mi cabeza está ensangrentada, pero erguida/más allá de este lugar de cólera y llantos/donde yace el horror de la sombra/aun así la amenaza de los años/ me encuentra y me encontrará sin miedo.
 
No importa cuán estrecho sea el portal/cuán cargada de castigos la sentencia/soy el amo de mi destino/soy el capitán de mi alma”.
 
Que así sea para todos.
 
Juan M. Roldán
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