Opinión: 'El mundo de los niños', por Manuel González

20 de Noviembre de 2013
Opinión: 'El mundo de los niños', por Manuel González

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MANUEL GONZÁLEZ
El racismo se cura leyendo. Otro método infalible para remediar este mal es viajar. Y, en estos días, también se está erradicando este trastorno en los centros escolares de Lucena. El conocimiento del dramático caso de Yonela Dinu y sus cuatro hijos está movilizando, principalmente, a maestros y padres del colegio San José de Calasanz, escuela en la que aprenden cuatro niños recientemente huérfanos.

El marido de Yonela Dinu, y padre de estas criaturas, falleció, a causa de un derrame cerebral, el pasado sábado cuando vivía sus 38 años. Ahora, su familia está desamparada en Lucena y ni siquiera dispone de medios para afrontar los gastos del sepelio y, aún menos, para regresar a Rumanía, su tierra natal.

Por ahora, el cuerpo sin vida de este ser humano permanece en el Hospital Reina Sofía de Córdoba. El coste de la repatriación del féretro y de los billetes de avión del resto de la familia supera los 4.500 euros. Una cantidad utópica para quien no tiene nada. Este próximo sábado es la fecha límite puesto que es el último día en el que el cadáver puede descansar en el centro hospitalario de la capital cordobesa.

Durante estos días, una carta redactada por Yonela Dinu, en la que relata su conmovedora tragedia, está circulando por los colegios lucentinos. Los diferentes maestros les están explicando a los alumnos la desdicha y en las aulas está floreciendo un contagioso sentimiento de empatía, solidaridad y fraternidad.

Los niños lucentinos rebuscan en sus chándales o pantalones alguna moneda que iban a gastar en una chuchería o en un trompo y la entregan inmediatamente a sus tutores académicos. Estos menores se imaginan a los cuatro hermanos rumanos sentados en sus mismas sillas, compartiendo carreras en el recreo y tomando la merienda frente a la televisión mientras disfrutan de sus series favoritas. Los consideran uno de ellos sin ninguna otra connotación.

El último servicio a la comunidad lucentina que aportó el padre de la familia Dinu es inestimable. Ha despertado el don de la adhesión a la causa de otros en los colegiales lucentinos. Estos no reparan la procedencia o raíces de sus coetáneos. Solo piensan que son 'pobres' y que lo están pasando muy mal. Los dictados de estas mentes inocentes acreditan que hay futuro en la sociedad.

En cambio, la expansión de esta noticia también suscitó comentarios xenófobos y clasistas. El argumento nuclear de estas observaciones era la indignación por solicitar auxilio para unas personas extranjeras mientras existen lucentinos soportando penurias. Como idea egoísta, incluso podría ser válida. Sin embargo, únicamente es un parapeto destinado a esconder la ausencia de valores éticos y morales y un antídoto interior orientado a autojustificar la pasividad ante el mal ajeno.

El rechazo al extranjero desgraciado es solo una categoría más en el general desprecio al diferente arraigado en amplios sectores de la población. Aquellos que rechazan comprometerse con el foráneo porque hay vecinos escasos, tampoco suelen acudir las dependencias de Cáritas ni se vinculan con Cruz Roja. Las abundancias y las comodidades nublan las neuronas. La solución es aprender de los niños.

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