Opinión: "Juan Nadie", por Juan M. Roldán

11 de Mayo de 2014
Opinión: "Juan Nadie", por Juan M. Roldán
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Juan Nadie despertó sabiendo que no iba a ser un buen día. Enseguida confirmó esa sensación mientras efectuaba su ritual diario de la mañana y escuchaba por la radio las buenas noticias sobre la economía del país. No, definitivamente no iba a ser un buen día.
 
Una vez satisfechas sus necesidades fisiológicas y de higiene personal, tomó su desayuno y se encaminó hacia la oficina de empleo de su localidad. Allí lo esperaba una larga cola. El día anterior había sido despedido después de trabajar durante más de diez años en la misma empresa. ¡Su falta! Tener un sueldo mediano con contrato indefinido. Algo muy perjudicial para la rentabilidad de la empresa, según explico el responsable de recursos humanos. Rentabilidad que un buen empresario debe mantener para contribuir, de esa manera, a mejorar la economía del país siguió explicando él directivo.
 
Juan Nadie no lo entendía, bueno, en realidad sí lo entendía pero… ¿Después de la reforma laboral, que podía hacer?  Sabía que su puesto no sería amortizado; lo ocuparía otro trabajador más joven, con menos salario y, por supuesto, con contrato temporal, pero de nuevo… ¿Qué podía hacer?  Nada. Lo que hacía. Aguardar su turno en la cola, aceptar con buena cara las indicaciones de los funcionarios de la oficina de empleo y rezar; pues demasiado bien sabía que, con su edad, le resultaría imposible volver a encontrar un nuevo trabajo. Así que, resignado, aguardó su turno en la cola.
 
Transcurrido un largo plazo y, una vez alcanzado el mostrador, el funcionario le informó de que, “gracias a la acertada política del gobierno”, tendría derecho a una prestación contributiva por desempleo, limitada en el tiempo, eso si, pero que podía haber sido peor -¿acaso no había pagado ya su alícuota parte, pensó para si Juan Nadie?-, pero guardo silencio. En cualquier caso, le informaron, debía presentar un impreso de solicitud, original de su DNI, impreso de domiciliación bancaria, comunicación de datos del pagador, compromiso de actividad, autorización para recabar sus datos a la hacienda pública, certificado de empresa debidamente sellado y firmado, modelo TC-2 de la seguridad social de los 180 últimos días cotizados, última nómina y acreditación de su situación legal de desempleo. Así que definitivamente no era su día. Debería dedicarse a reunir todos esos documentos, volver a la cola y esperar la finalización de los trámites burocráticos para empezar a cobrar su prestación.
 
 
De vuelta a su domicilio, de nuevo escuchaba por la radio que el país iba bien, sobre ruedas en palabras de un alto responsable político y que, gracias a la política del gobierno, la situación mejoraba día a día. Así que Juan Nadie le dio mentalmente las gracias al gobierno pues... ¿Qué otra cosa podía hacer? Después de todo que el país fuese bien era en su beneficio ¿O no era eso lo que Juan Nadie “compró” con su voto en las últimas elecciones generales? -Sí, pensó, el país va bien, no como con el gobierno anterior, pues la economía mejora y el dinero público se gastan adecuadamente- No, no era para él un buen día, pero al menos el país iba bien y eso, para Juan Nadie, era muy importante; el propio jefe del gobierno así lo confirmaba y Juan Nadie no era ni cenizo ni quejica -como en palabras del propio jefe del gobierno eran los que pensaban que el país no mejoraba- ¿Acaso no votó en las últimas elecciones generales para eso, para que el país mejorase? Así que… ¿De qué iba a quejarse ahora Juan Nadie?
 
Juan M. Roldán
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