Opinión: "Las otras estafas", por Alfonso Jiménez

Escritor
08 de Julio de 2014
 
Hay que tener un sistema nervioso muy centrado para no salir disparatando de esta España nuestra que nos ha tocado vivir. Raro es el día en que, por una causa o por otra, no hay algo alarmante que lamentar. Cuando no es un recorte, es un cierre, un ere, un fraude, una estafa y así, la tira. El último barómetro del CIS ha concretado que el primer problema en España sigue siendo el paro y el segundo la corrupción y el fraude, que han subido tres puntos. Leamos.
 
Sin entrar en las grandes estafas producidas en EE.UU (Madoff, Enron, Worldcom), culpables en gran medida de la crisis desatada a nivel mundial, hay que reconocer que España no se queda corta en tan vergonzosa actividad. Aunque han pasado muchos años, todavía se recuerdan los casos Matesa y Sofico. Más próximas quedan Afinsa y Forum Filatélico en donde más de 2.400 millones de euros se evaporaron en una pirámide de sellos hipervalorados cuando no valían nada, ni para pegar un ídem, pues la mayoría eran falsos. Los pagarés de la nueva Rumasa han seguido el mismo camino.
 
Ultimamente han sido noticia escandalosa Bankia y otras entidades financieras con esas "preferentes" colocadas mediante engaños y  timos a los ahorradores más ancianos y crédulos. El descalabro en millones era tan colosal que el Gobierno ha tenido que salir al rescate de esas entidades tan mal gestionadas, pero cuyos directivos se blindaban con millones de euros para su futura prejubilación dorada.
 
Hace unos días, se ha disparado la última:  Gowex, un grupo español de redes wifi y valorado en los mercados por más de 1.400 millones resulta que no vale NADA, Cero euros sus acciones, pues según ha manifestado ayer mismo su Consejero Delegado y Presidente las cuentas habían sido falseadas al menos durante los últimos 4 años. ¿Pero qué está ocurriendo aquí? Ni la empresa auditora de sus cuentas, ni los reguladores, ni el mercado alternativo bursátil ni la CNMV, nadie ha detectado nada. Ha tenido que ser Ghotam City, una firma de análisis norteamericana, quien avisara de que los datos aportados por Gowex eran falsos de raíz. Aunque la Dirección negaba al principio  las irregularidades, lo cierto es que ayer mismo, con nocturnidad y alevosía, el Presidente Jenaro García reconocía haber falseado los datos y pedía perdón a los inversores y empleados.
 
En consecuencia, ya se ha presentado solicitud de concurso de acreedores para esta empresa galardonada por el gobierno de Rajoy hace 4 meses con el premio Startex por ser "un magnífico referente" y que recibió préstamos del ICO, del Ministerio de Industria y del Fondo Europeo de Inversiones, por un total de más de 20 millones, que, al confirmarse la quiebra, tendrán que ser pagados con el dinerito de todos los españoles.
 
No me extenderé en las otras estafas que, a diario, nos vienen haciendo tragar el Gobierno y las instituciones y medios afines. Pero ¿no es una estafa que se prepare un decreto para que las indemnizaciones por despido tributen ante Hacienda? ¿No es una estafa que el fondo de pensiones particular de los eurodiputados engorde con 2 euros de dinero público por cada 1 euro aportado por sus señorías? ¿No es una estafa que Carlos Dívar, cesado  y jubilado hace dos años como Jefe del Tribunal Supremo y del Constitucional, siga al día de hoy disfrutando de coche oficial y de 15 escoltas para sus viajes  particulares, mientras que se cierran los comedores escolares por falta de presupuesto? ¿No es una estafa que en el Tribunal de Cuentas haya más de 100 personas sin cualificación y enchufadas por nepotismo en puestos bien remunerados e innecesarios, mientras que más de 4.000 médicos generalistas y personal sanitario han sido despedidos de los hospitales públicos para aligerar las plantillas? 
 
Se podría continuar con la tira de casos que aparecen cada día, pero sería descorazonador.  Mejor, acabemos. Porque hay estafas que claman al cielo y a los infiernos. Al limbo, también.
 
 
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