"Su primera mochila", por Araceli Cantero

16 de Septiembre de 2014
"Su primera mochila", por Araceli Cantero
Hoy he vuelto al cole.  Me han resbalado dos lágrimas.
 
Después de muchos años, he vuelto al colegio donde estudiaron mis hijas y no he podido reprimir la emoción, al ver a mi preciosa nieta caminar en fila, junto y tras sus compañeros de tres años. ¡Cómo no emocionarse!
 
Veo en ella el fruto de mi fruto y deseo con toda mi alma, que ese colegio sea para ella tan provechoso como lo fue para su madre y su tía, mis dos hijas. Una de ellas es, vocacionalmente, docente en otro colegio al que acude cada día feliz llevando de la mano a su pequeña de cinco años.
 
Esto es una maravillosa cadena de la que todos somos un eslabón.
 
Admiro y valoro enormemente a los maestros y maestras. Igualmente, aunque a otra escala, a los abuelos y abuelas que, en muchos casos, se ocupan de llevar y traer a esos pequeñines al lugar en el que los empiezan a formar para que sean, en un futuro,  personas con preparación. Y los más importantes y esforzados, los padres y madres.
 
En casa es donde los hijos reciben la EDUCACIÓN.
 
La colaboración de los padres con los maestros, hará de esos muñequitos-as que tanto lloran (algunos) al ver la puerta del cole, hombres y mujeres de bien para un futuro que no pinta de color de rosa, precisamente.
 
Hoy he evocado aquellos años en los que, con tanta alegría, llevaba y traía a mis niñas, dejando el puchero reposar para que cuando llegaran recuperaran fuerzas, pues en aquellos años primeros, había clase por la tarde y el tiempo estaba ordenadamente distribuido.
 
Hoy las cosas son diferentes.
 
Puede parecer un disparate lo que voy a decir y me pueden llover las críticas, cosa que no me importa, pero: de poder, y repito, de poder, es estupendo que una madre recoja a sus hijos-as del cole y, ya, les dedique todo el tiempo. Siempre he pensado así y lo sigo haciendo, aún a costa de que cuando me he querido incorporar al mercado laboral haya sido tarde. No me importa, mi mejor inversión ha sido la educación de mis hijas. La atención y el cuidado constante no lo he tenido que cambiar por dibujos animados ni regalos innecesarios para compensarlas por mi ausencia.
 
Me da mucha pena que los tiempos que corren obliguen a seguir otro modelo, en mi opinión, peor. Se que todos los padres y madres quieren dedicarles el máximo tiempo posible a sus retoños, pero el trabajo – quien lo tenga – está primero porque las hipotecas amenazan como fieras despiadadas.
 
Muchos escolares que prometen, se pueden desmotivar si, para suplir la carencia de tiempo y amor por parte de sus progenitores, son agasajados con regalos, cosas materiales que, seguramente, no les van a beneficiar, porque hoy lo que impera son las tecnologías, especialmente los móviles “supermegachulis” con los que ya se puede ver hasta al amigo cepillándose los dientes, por decir algo.
 
¿Y la comunicación cara a cara?
¿Y un ratito de jugar a la pelota?
¿Y jugar a las muñecas, a las tiendas?
¿Dónde ha quedado eso?
 
No me considero una antigua, sencillamente, me da vértigo lo que veo.
 
Pues sí, hoy he vuelto al cole, y presagio que iré muchas veces más a llevar y traer a esa pequeña muñeca rubia de enormes ojos verdes. Y lo haré con todo mi amor porque mis hijas y mis nietas son mi vida.
 
Me encanta que me llamen ¡abuelaaa!. En los labios de mis nietas suena a melodía de amor.
 
Puedo estar resultando empalagosa pero me da igual porque, mis 55 años me otorgan el privilegio de expresarme sin complejos ni prejuicios. Me quedo con lo importante de la vida y me basta con saber que, los que quiero que me quieran, me quieren.
 
Ahora vuelvo al cole, que un amor de tres años me espera para ayudarle a llevar su primera mochila.
 
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