Una cofradía en Lucena

11 de Abril de 2012
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Aún se visualizan en el horizonte los últimos coletazos de la Semana Santa. El proemio pasionario en Lucena se tiñó de verde olivo con la presentación pública del documental Gethsemaní. Una magnífica y relevadora obra que refleja la vida de una cofradía. Más bien el trabajo de una junta de gobierno de una determinada congregación cristiana en Lucena. Las emociones afloraron en el Salón de los Espejos del Círculo Lucentino. Después transcurrió la Semana de Pasión y regresó la cruda realidad.

Salvo honrosas y meritorias excepciones, la deriva por la que avanza la mayoría de las cofradías lucentinas es muy peligrosa. La tradición de Lucena no se comprende sin el arte de la santería, pero una asociación religiosa no se puede permitir quedar reducida a una simple gestora de sus Titulares y a una mera electora de manijeros. Es incomprensible que las ofrendas de alimentos, que de forma muy atinada programa la Cofradía de la Soledad, destaquen por su rareza.

Los principales deberes de una asociación religiosa son transmitir el mensaje de Jesucristo, bajo el amparo de unas imágenes sagradas, y proclamar y efectuar la caridad con el prójimo. Más todavía en los tiempos actuales. Que no se mantenga la equivocación. La obligación primordial de una hermandad no es acumular patrimonio artístico y cultural y procesionar públicamente a sus Titulares.

Es desolador observar en Lucena como un año tras otro desciende brutalmente el número de hermanos de vela de cada cofradía. Además, supone una amenaza capital para el futuro. El éxito verdadero y la robustez de una asociación religiosa no consisten en poseer treinta cartas de futuros manijeros, sino en agrupar a una ingente base de hermanos comprometidos.

Por regla general, excúsenme aquellos que proceden contracorriente, la única exigencia que una cofradía lucentina transmite a sus hermanos es el abono de la cuota anual y que se invistan con la túnica durante el desfile procesional. No suele haber más contacto.

Las hermandades de Lucena han de esforzarse por captar hermanos, hacerlos partícipes de la vida cofrade, intentar que se sientan parte de la hermandad y animarlos para que asistan a los cultos y a las celebraciones religiosas. Es un contrasentido que San Mateo aparezca semivacía en los Oficios del Jueves Santo y, más tarde, los fieles abarroten las calles de Lucena para contemplar los distintos pasos.

Las cofradías tienen la posibilidad de realizar un trabajo precioso en este ámbito. Con la protección de unas imágenes sagradas y la ayuda y cooperación de la santería –¿por qué no?–, han de recuperar y elevar el espíritu cristiano en Lucena y así cumplir con su misión esencial. El relativismo y la banalización actuales requieren una enorme implicación por parte de cada cristiano y todavía más si se trata de una unión de seguidores de Jesucristo.

Manuel González García
Twitter: m_gonzalezgcia
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