"Yo no soy culpable"

22 de Junio de 2012
 "Yo no soy culpable"
"Yo no soy culpable"

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La culpa del incendio la tiene el bosque, dijeron los pirómanos. 
El Roto

 

La culpa no es un sentimiento sino una relación real entre una acción punible y un sujeto. Sin embargo, la culpabilidad  sí es un sentimiento que se inculca y padece a veces de manera honrada pero otras de manera injusta. En la actual crisis económica en ausencia de una culpa real de la sociedad española en su conjunto se ha generalizado un injusto sentimiento de culpabilidad.  Dicha culpabilidad colectiva se sostiene en la imagen, más mítica que real, de un español manirroto. No resulta extraño que en las tertulias tabernarias y amistosas aparezca como  recurso discursivo la idea de que durante los años de crecimiento del PIB los españoles hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Todos conocemos algún manirroto pero no todos hemos sido manirrotos. Los manirrotos no son representativos de nuestra sociedad. Debemos entonar un “yo no soy culpable” para librarnos de la culpabilidad que nos han endilgado.
 
El sistema financiero ha contaminado la economía productiva, no dejemos que ahora contamine nuestra conciencia colectiva. Si las deudas nos hacen dóciles ante los prestadores la culpabilidad nos domestica ante las políticas de recortes y apoyo al sector bancario. La culpabilidad es depresora, en palabras de Carlos Castilla del Pino este sentimiento “deja al sujeto desvalido en su mundo, desligado de los otros ante los cuales experimenta la culpa.” La culpabilidad que hemos asumido es la mayor victoria que han conseguido aquellos que iniciaron la crisis: el sector financiero.
 
No deja de causarme perplejidad el hecho de que la culpabilidad se haya  distribuido mejor que la riqueza generada durante el periodo de crecimiento del PIB. En el informe FOESSA, elaborado por la ONG católica Cáritas, se puede leer lo siguiente: “el intenso crecimiento acaecido en España entre 1995 y 2007 no se ha traducido en una distribución más equitativa de la renta, ni en una disminución de la pobreza. Es decir, el crecimiento de esa etapa no estuvo acompañado de distribución, ni de protección social más intensa, ni de soluciones a los graves problemas de integración social”.
 
Uno de los deslices más perversos derivados de esta culpabilidad generalizada se encuentra en el asunto de la vivienda. Acusar a una familia de querer tener un hogar propio me parece insostenible. El problema y la culpa se encuentran en un modelo de mercado inmobiliario irresponsable e injusto en el que la especulación ha primado frente al interés general. La adquisición de una vivienda se ha convertido en una auténtica amenaza para las familias españolas por el endeudamiento que implica. La riqueza familiar ha crecido menos que el incremento del precio de la vivienda. De acuerdo con los datos del Banco de España en el año 2007 una familia española como media empleaba el 46’3% de la renta familiar en el pago de la vivienda. El mercado inmobiliario junto con el sistema financiero que lo ha sostenido son los culpables de haber permitido un modelo inmobiliario capaz de exprimir a las familias españolas en la adquisición de un bien tan necesario como la vivienda.
 
Debemos trasladar la culpabilidad a quien realmente tiene la culpa. Sin embargo estamos actuando en sentido contrario. Las entidades de crédito que han otorgado de manera imprudente el crédito hipotecario están siendo rescatadas bajo el pretexto de que son demasiado grandes para caer. Mientras tanto la situación de desamparo de las familias endeudadas no ha disfrutado de ningún tipo de apoyo público comparable en intensidad. Según los datos del Consejo General de Poder Judicial en 2010 hubo casi 100.000 sentencias de ejecución hipotecaria, lo cual supone un número cuatro veces superior al del año 2007. Tras gran parte de estas sentencias hay personas y familias que quedan desamparadas sin que se haya acudido a su rescate. Hacer caer sobre ellas el peso de la culpabilidad es injusto a todas luces, y aun más injusto resulta si a un mismo tiempo se ayuda al sector financiero y permiten sueldos astronómicos a los grandes ejecutivos de las empresas financieras.
 
La cuestión de la culpabilidad alcanza puntos de auténtico bochorno cuando se permiten prácticas como la amnistía fiscal. En la actualidad se está repartiendo tan gratuitamente la culpabilidad como la absolución.
 
La culpa se salda con el perdón o con el castigo. Frente a la humillación del que pide perdón encontramos la soberbia del que acusa al inocente. Frente al castigo encontramos la absolución. Cada vez que permitimos un recorte en los servicios públicos estamos asumiendo la culpabilidad de la que otros se han zafado.
 
Asumir y afirmar que no somos culpables es un acto de subversión. Actualmente no hay nada más rebelde que un inocente que se libra de la culpabilidad que le imputan injustamente. La inocencia nos hace libres. Sólo necesitamos asumirla. Edipo, de acuerdo con la mitología griega, se arrancó los ojos asumiendo la culpa de algo que no sabía que había hecho y por algo que no quiso hacer: matar a su padre. A diferencia de Edipo nosotros no debemos quedarnos ciegos.  Yo no soy culpable ¿lo eres tú?
 
Javier Vega Gómez es licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid.
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