Francisco Javier López del Espino, escultor e imaginero lucentino: "La mejor recompensa es levantarte cada día y hacer lo que te gusta. Eso no se paga con dinero"

El artista lucentino ha sido nombrado Académico de Número del Real Instituto de Estudios Históricos Políticos de Ciencias y Artes Alfonso XIII y Miembro Adscrito del Consejo General de las Reales Academias e Institutos de España.

05 de Mayo de 2020
Lo?pez del Espino trabajando en su taller

El escultor e imaginero lucentino Francisco Javier López del Espino ha sido nombrado Académico de Número del Real Instituto de Estudios Históricos Políticos de Ciencias y Artes Alfonso XIII, y Miembro Adscrito del Consejo General de las Reales Academias e Institutos de España. 

López del Espino ha señalado que este nuevo reconocimiento –que se suma a otros como la Medalla de Plata a las Bellas Artes de la Academia de Artes, Ciencias y Letras de París o la reciente Bandera de Andalucía, concedida por el ayuntamiento de Lucena– representa "un orgullo y también a la vez una gran responsabilidad, pues soy consciente de todo lo que me queda aún por aprender". El artista lucentino manifiesta que "lo más positivo es que este tipo de cosas que te ocurren en la vida sin buscarlas, vienen a reforzar las ganas, el empeño, el tesón y, en definitiva, la búsqueda constante para intentar dejarme dicho todo lo que quiero en el mundo  de la escultura y la imaginería".

Formado en la Escuela de Arte y Oficios Mateo Inurria de Córdoba, la Escuela de Arte Dionisio Ortiz y el taller del reconocido escultor cordobés Antonio Bernal Redondo, López del Espino es hoy, por méritos propios, una de las figuras más destacadas de las nuevas generaciones de imagineros. Su producción artística posee un marcado carácter personal, partiendo del riguroso estudio de los sentimientos, una excepcional capacidad expresiva y un pormenorizado estudio anatómico en las piezas que lo requieren.

París, Chicago, Los Ángeles, Veracruz... su obra despierta un creciente interés a nivel internacional

De su estudio, en la calle Julio Romero de Torres, han salido durante los últimos años en torno a medio centenar de obras que se distribuyen por cofradías, entidades y coleccionistas privados de toda España.

A ello se suma el creciente interés que despierta su obra a nivel internacional, con encargos que van desde un alto relieve para el frontal delantero de una mesa de altar en el Vaticano hasta un monumento en la ciudad mejicana de Veracruz, pasando por proyectos en París, Chicago, Los Ángeles o la República Dominicana.

"La mejor recompensa es levantarte cada día y hacer lo que te gusta. Eso no se paga con dinero", señala López del Espino, mientras nos cuenta la larga serie de proyectos en los que trabaja en este momento para Cádiz, Las palmas de Gran Canaria, Menorca, Calatayud, Cabra o Barbastro.

"Creo que hay que nacer con una actitud innata, pero luego hay que desarrollarla y trabajar y estudiar mucho. Es dedicarle tu vida a tu profesión.

Mención aparte merece el trabajo que prepara desde hace un par de años para su exposición pública en el Museo del Louvre de París, en el que la escultura se une al flamenco, una disciplina artística que ama. Los ya desaparecidos Paco de Lucía y Camarón de la Isla, sirven a López del Espino como nexo de unión entre el flamenco de siempre y la nueva generación, representada en Estrella Morente, Diego El Cigala, Miguel Poveda, Farruquito, Marina Heredia o el pianista David Dorantes, a los que ya ha tenido la oportunidad de "retratar", modelando con sus manos cada gesto, cada elemento de su personalidad, sobre arcilla.

Francisco Javier López del Espino nos cuenta que tras cada pieza hay, sobre todo, trabajo. "Creo que hay que nacer con una actitud innata, pero luego hay que desarrollarla y trabajar y estudiar mucho. Es dedicarle tu vida a tu profesión. Te quita mucho tiempo de estar con tu familia o tus amigos, pero también te da cosas y sensaciones maravillosas", afirma el escultor lucentino para quien la mejor obra "es la que está por llegar o aquella en la que estoy trabajando", aunque recuerda de forma especial trabajos como la Madre Teresa de Calcuta, que puede contemplarse en el Real Santuario de María Stma. de Araceli, o el San Jerónimo Penitente, realizado para un coleccionista privado madrileño.

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