Librería Pipo celebra medio siglo de historia

El acto reunió a amigos y clientes en una tarde cargada de recuerdos. Hoy, Mariceli Bergillos y Carmen Rivas mantienen viva la historia del establecimiento en el mismo enclave donde se fundó en 1975

Periodista
22 de Noviembre de 2025
Amigos, clientes y familiares celebraron el 50 aniversario de la librería en compañía de su fundador, el librero José Trapiello González ('Pipo').

La librería Juan de Mairena —aunque para todos en Lucena sea, sencillamente, la librería de Pipo— celebró en la tarde de ayer su 50 aniversario, medio siglo después de que José Trapiello González ('Pipo') abriera sus puertas en noviembre de 1975. Medio siglo de historia local que ayer se conmemoró con un acto íntimo, cargado de recuerdos, en el que se dieron cita familiares, amigos y clientes de varias generaciones. 

La celebración comenzó con un concurrido cuentacuentos infantil, “La vaca Mú”, narrado por Lola Marqués, que reunió a padres y pequeños en torno a la historia y al propio espacio de la librería. Después, la tarde continuó con un sencillo homenaje y momentos musicales que evocaron el carácter cultural y comunitario que siempre caracterizó al establecimiento.

Un instante en el exterior del establecimiento durante la tarde de ayer.

Hoy, con Pipo ya jubilado, el negocio está en manos de Mariceli Bergillos y Carmen Rivas, quienes comenzaron como empleadas hace tres décadas y se han convertido en las continuadoras naturales de un proyecto que nació como una apuesta personal y terminó siendo un punto de referencia para varias generaciones de lectores lucentinos.

El cuentacuentos infantil fue una de las actividades en conmemoración de la efeméride.

 

MEDIO SIGLO DE LIBROS, TERTULIAS Y TRANSICIÓN

La historia de la librería está profundamente ligada a la historia reciente de Lucena. Su fundador, que llegó a la ciudad como un joven maestro con inquietudes políticas y culturales, decidió renunciar a su plaza para emprender una aventura incierta: vender libros en un momento en el que España acababa de entrar en una nueva etapa vital tras el reciente fallecimiento de Franco.

“Yo en realidad venía de desertar de maestría. Había sido maestro cinco años. Y como de alguna forma había que ganarse la vida, pues decidí montar un negocio. Dudé entre una librería y una ferretería”. De esta manera, Pipo encontró un pequeño local en el pasaje Juan Palma García y allí comenzó todo. Era 1975, un momento de efervescencia cultural y política: “Cogí un momento histórico muy interesante. Antes las librerías eran sitios donde se venía a hablar, a quedar, a comentar libros… o de lo que fuera. Ahora ya no se visitan igual”.

Aquella primera sede pronto se convirtió en lugar de tertulia, de reunión política, de descubrimiento literario; una “guarida de gente de la cáscara amarga”, como recuerda él mismo con humor, pero también un espacio donde muchos vecinos encontraron una puerta a la normalización democrática de un país que buscaba encontrarse consigo mismo.

UN NEGOCIO QUE SIGUE VIVO

Cuando Pipo se jubiló hace seis años, la librería quedó en manos de Mariceli y Carmen, que han vivido desde dentro la transformación del sector. Mariceli recuerda que llegó “casi por trompiezo” y sin haber sido lectora, pero la atmósfera del local y el contacto cotidiano con los libros terminaron por cambiarle la vida. Ellas mantienen hoy un modelo basado en la cercanía, la recomendación y la agilidad para conseguir cualquier título. Conocen al detalle los intereses de un público lector joven —que es especialmente femenino, dice Mariceli—, el auge del álbum ilustrado infantil y los cambios en la compra de libros de texto.

EN VOZ DE SU FUNDADOR

Pipo compartió sus recuerdos con los asistentes al encuentro con motivo de su 50 aniversario, a través de las siguiente palabras:

Hace ahora 50 años, noviembre de 1975. Se llamaba entonces Juan de Mairena, que sonaba a nombre flamenco y no a título de libro de Machado, como pretendía. Y poco a poco fue encontrando su nombre más acorde con la realidad: ancá Pipo —nombre popular— o Pipo a secas.

El tal Pipo tenía entonces muchos pájaros en la cabeza y tenía poca idea de cómo se llevaba un comercio de libros, que es lo que se proponía. Le pareció muy raro también al dueño del local que alquiló, que se quedó rumiando y al día siguiente de cerrar el trato se acercó al local y espetó: “Don José, dice usted que una librería, una librería cómo... ¿que no es de los Testigos de Jehová?” “Una librería para vender libros —le contestó D. José y ahí quedó zanjado el tema.”

Pues sí, se vendían pocos libros al principio, y eso que era un momento de ebullición de ideas en España —acababa de morir Franco— pero en Lucena se notaba menos. Inevitablemente la librería se convirtió en una “guarida de gente de la cáscara amarga,” mal vista por la gente de orden, entre los que había también buenos lectores, que entraban a hojear libros y la fueron normalizando.

Fuimos aprendiendo, y mucho. Impusimos un estilo diligente de buscar y servir libros, de un día para otro —antes de que existiera Amazon—. Buscamos mercado fuera del local con la organización de Feria del Libro en pueblos y ciudades. Y desde el principio fuimos gente de fiar, que, a su vez, es lo que hace clientes fieles.

Pero han pasado 50 años, y en ese tiempo cambian muchas cosas, y sobre todo cambian las personas y los hábitos de compra: existe internet y el comercio online. ¿Qué papel van a tener las librerías y los libreros? ¿Serán un comercio anacrónico o podrán coexistir con los hábitos de compra de los lectores? ¿Resistirán mejor las librerías de pueblo que las de las grandes ciudades?

Siempre he creído, y lo he practicado, que en el ecosistema comercial de la venta de libros ocupado en el 90% por los grandes depredadores —antes las grandes superficies, hoy Amazon—, queda un margen estrecho, pero suficiente, para comerciar con libros y hacer necesario el trabajo de los libreros y las libreras. Pero habrá no solo que resistir sino que seguir inventando.

Pipo, noviembre de 2025

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