"Ni vencer ni convencer", por José Antonio Villalba

02 de Septiembre de 2019

Existen «ciudadanos honrados» que consideran que su visión del mundo es la única adecuada (como fue el matar a Julio César al decir de Bruto que el católico Shakespeare nos legó) porque si otros tienen otros puntos de vista quedan situados en lo radical y mentiroso y no son «ciudadanos honrados», claro. Estos «ciudadanos honrados» consideran que, si otras neuronas no son como las suyas, serán tullidas, cobardes y que, ingenuas en el mejor de los casos, asumen sumisamente los que otras neuronas, malvadas por supuesto, ordenen y manden.

Tales «ciudadanos honrados» pareciese que considerasen la bandera sólo como un trozo de tela, sin reparar que la bandera, nuestra bandera, no es otra cosa que el símbolo de una comunidad de ciudadanos que, tras una votación y aprobación de una Constitución, consideraron que esa bandera (que ya existía desde el S. XVIII) los representaría a todos ellos (a ellos, a su nación, a sus valores y a su historia) ante el mundo. Valores que esa nación aprobó con su constitución: amplios derechos con sus necesarias obligaciones, protección si fuese necesario y refugio si llegase el caso. Los ciudadanos que creen en esto, que quizás no sean tan honrados, comprenden que gracias al Estado del Bienestar (mediante los impuestos) que dimana de esa nación, que es representada por esa bandera, han tenido ellos y sus conciudadanos (también «los ciudadanos honrados») una sanidad, educación y protección social que ya quisieran para sí la mayoría de la población de este planeta.

Esos mismos «ciudadanos honrados» piensan que «hace casi un siglo, el populismo de ultraderecha escribió las más negras páginas de la Historia en Alemania, Italia y España. Costó sangre, sudor y lágrimas erradicarlo de Europa». Lo que ocurre es que en España no se asentó la ultraderecha con populismo sino con un golpe de Estado y, al no triunfar, desembocó en una guerra civil y posterior dictadura; lo que también ocurre es que el vecino del Este, Stalin (URSS/Comunismo), firmaría un 23 de agosto un acuerdo con Hitler para repartirse Polonia (el 1 de septiembre Hitler la ocuparía y comenzaría la Segunda Guerra Mundial). Hannah Arendt ya nos vino a decir que el fascismo y el comunismo son las dos caras de la misma moneda: el Totalitarismo. La URSS empezó ya a escribir negras páginas antes de que el fascismo naciese y después de la desaparición del nazismo lo continúo haciendo (China que lleva desde 1948 elaborando no ya páginas sino su propio libro y el mundo Occidental en vez de recriminárselo le compra, le compramos, sus productos sosteniendo con ello dicho régimen); y esa sangre, sudor y lágrimas (y dinero, mucho dinero) que sirvieron para ayudar a toda la Europa Occidental tras la Segunda Guerra Mundial no llegaron (tampoco dinero) hasta España que tuvo que soportar una dictadura de casi 40 años. Con todo, prefiero ser injusto con nuestra bandera, con lo que representa, con los ciudadanos que aprobaron nuestra Constitución, con Hannah Arendt, con Pávlov (y sus perros), con el Dalai Lama (ya que estamos y que tuvo huir por la ocupación de su país por China) y conmigo mismo antes que ser injusto con esos «ciudadanos honrados» porque ellos tienen la razón, porque todo el mundo sabe que son «ciudadanos honrados».

Desde que nuestros primeros antepasados surgieran en África, los humanos después, no han hecho otra cosa que emigrar, a Asia, Europa, América y Oceanía. Esto ha sido (es) una constante. Dando un gran salto en el tiempo, finalizando la Edad Media, los portugueses llegarían a Asia y los españoles (que conquistaron América y dieron la primera vuelta al mundo) realizaron la primera globalización. Los ingleses llegarían más tarde (con el resultado sabido: fracaso de su conquista del Norte de América). Ya en el S. XIX se va a producir el fenómeno del Imperialismo y en la Conferencia de Berlín (1885) naciones europeas (sobre todo Gran Bretaña, Francia y Bélgica) se repartirán, literalmente, África. Fue una colonización salvaje, extractora y racista (más dolorosa aún por cuánto se consideraban naciones democráticas). Con la conquista y ocupación no supieron dotar a las colonias de infraestructuras y burocracia adecuada y, por el contrario, dinamitaron estructuras sociales que llevaban siglos existiendo y, cuando se marcharon, fundamentalmente en la década de 1960 dejaron tras de sí un erial. Tras esto llegaron las grandes corporaciones y empresas de los países ricos. Se había terminado la colonización política, pero continuaba la económica.

Los recursos africanos (necesarios para su propio desarrollo), a través de estas compañías, llegaban como maná tan rápido y abundantemente a los países desarrollados gracias a la explotación de sus gentes, sus tierras y las guerras: metales y piedras preciosas primero; petróleo y coltán (nuestros móviles funcionan con este material, por poner un ejemplo actual y africano) después. La falta de una estructura política asentada en las naciones del continente africano unido a un empobrecimiento de la población por el continuo expolio fomentó (y fomenta) más conflictos y guerras; para colmo el cambio climático trajo (y trae) sequía y más hambrunas, ¿Cuál es el resultado de toda esta situación? La emigración en masa hacia el Norte y ahí está Europa. El ser humano emigra por enfermedad, guerra, pobreza o por un futuro mejor (o simplemente un futuro).

La Unión Europea aún no sabe cómo actuar ante esta llegada masiva de emigrantes: primero consideró que sólo los países con frontera con África tenían el problema; después viendo la magnitud del asunto o bien se tendió a acoger (pero África no coge en Europa) o bien se los expulsaba (pero la emigración es un fenómeno imparable) ambas cosas pueden solventar lo urgente pero no lo importante: que sus países de origen se desarrollen y puedan mantener a sus poblaciones. Mientras que lo segundo no se resuelva, tendremos las dos primeras. El mundo desarrollado debe establecer relaciones de igualdad con estos países empezando por un comercio justo porque buena parte de nuestra abundancia y riqueza es el resultado de la explotación de los países pobres (sólo hay que mirar dónde están hechos la mayoría de los productos que consumimos).

Resultado de toda esta emigración, a nivel local, es el centro MENA que se reabrirá en Lucena. Desde un punto de vista de Derechos Humanos el primer mundo (en el que nos encontramos) tiene una responsabilidad con respecto al resto de la humanidad (tanto por historia como por economía); desde el punto de vista del Evangelio cualquier cristiano la tiene respecto al prójimo.

Para finalizar, en su día publiqué: «"Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme". ¿Cuántos preferirían ganar su pan en su pueblo, beber el agua de las fuentes de sus tierras o vestirse con sus ropas?, ¿cuántos preferirían ser curados por los suyos y cuántos, en fin, si tuvieran que ser castigados no preferirían que fuese en su país? No es tan importante saber cómo llegan (aunque para algunos eso sea lo único importante), sino porqué en su tierra no hay comida con la que alimentarse, no hay fuentes donde beber, no hay ropa con la que vestirse o no hay médicos que los puedan curar; lo importante es, en fin, porqué tienen que marchar de sus tierras.»

Buena entrada/salida de vacaciones y, en todo caso, buen septiembre a todos y, en especial, a aquellos lucentinos que han tenido que emigrar.

José Antonio Villalba Muñoz. Profesor de Geografía e Historia

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