Personas con superpoderes, por Rafael Muñoz Ruiz

03 de Mayo de 2022

Tengo tres hijos, cuando comento esto me suelen responder que soy un valiente y siempre respondo que soy todo lo contrario. La valiente es Carmen, mi esposa.

Mis hijos me hicieron descubrir lo hermoso que es contemplar la inocencia de la niñez. Los tres tuvieron algún momento de su vida en el que alimentaban su imaginación con películas o series sobre superhéroes y superheroínas. Yo disfrutaba y me emocionaba cuando descubría que alguno se imaginaba a sí mismo dotado de algún superpoder. Eran momentos en los que observaba la inocencia pura de mis hijos, viéndola reflejada en su creencia de que la magia o los poderes sobrenaturales realmente existían. Por desgracia, los años hacen que la inocencia vaya disminuyendo en la mayoría de las personas.

Una vez, en el río Chillar (Nerja), unos bomberos tuvieron que ayudar a un buen amigo que se lesionó en pleno senderismo. Mientras asistían a mi amigo y le transportaban hasta una ambulancia yo conversaba con ellos. Me confesaron que las actuaciones más duras en las que intervienen son siempre las que involucran a niños y niñas. Recordé la inocencia que tantas veces he visto en mis hijos y lo injusto que sería que uno de ellos sufriera alguna desgracia. Comprendí que aquellos bomberos llevaban razón.

Quizás por todo lo que he expuesto sea por lo que me impresionó tanto el suceso que viví en la tarde de nuestro último Jueves Santo (14 de abril de 2022).

Mi familia y yo nos encontrábamos en la calle Jerónimo Medina, intentando ver la salida de los diferentes pasos procesionales de la Parroquia de Santiago. En un momento se escuchó un grito. Me encontraba relativamente cerca y vi como se formaba un corro de personas. No sabía lo que ocurría, pero rápidamente una persona pidió que se hiciera espacio alrededor. Entendí que quizás alguien se había mareado y necesitaba un poco de aire, lo cierto es que éramos muchos los que nos encontrábamos en aquella calle y las vías aledañas, por tanto, alguien podría haberse sentido indispuesto. Vi como otras personas sacaban sus teléfonos móviles y los usaban, escuché a alguno de ellos y entendí que avisaba al servicio de urgencias médicas.

Se hizo un poco de espacio y observé como un niño pequeño se encontraba tumbado en el suelo. Era, sin duda, una de las peores pesadillas que un padre o una madre puede tener. El niño estaba acompañado de varias personas a su alrededor.

En muy pocos segundos vi como varias superheroínas se acercaron al niño. No llevaban los llamativos trajes que se pueden ver en las películas. Iban vestidas según la tarde de Jueves Santo requería, pero su vestimenta no les impidió correr al auxilio de un niño que necesitaba ayuda. Quizás alguien pueda pensar que no tenían superpoderes, pero yo observé que una de ellas, con sus manos, realizaba un masaje intentado que el corazón del niño latiera. Otra de estas superheroínas pasaba regularmente desde su boca un aliento mágico a la boca del niño, intentando que respirara. Si salvar a alguien en una situación como esta no es el mayor superpoder, no me imagino cual podría serlo.

Unos minutos después una mujer sacó al niño de la multitud. Quiero pensar que el niño se recuperó y mi mayor deseo es que así fuera. Tiemblo cuando recuerdo aquella tarde.

Creo que es justo reconocer el mérito de estas personas, tanto de aquellas que vi y que lo dieron todo por salvar al niño, como de aquellos otros que yo no viera, pero que también hicieron todo lo posible para que aquel suceso tuviera un buen final. ¡Gracias por vuestra valentía!

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