“Telegram y Tsunami: la revolución encriptada del independentismo”, por Fernando M. García

19 de Agosto de 2025
Movilizaciones en Cataluña. Imagen creada por IA

Las protestas de octubre de 2019 en Cataluña no fueron obra de ciudadanos espontáneamente indignados. Fueron el resultado de una maquinaria organizativa bien engrasada, construida durante años por el nacionalismo catalán. Detrás de cada movilización, de cada acción coordinada, había estructuras formales e informales que operaban con eficacia, discreción y una clara orientación política.

El movimiento independentista catalán ha sabido combinar la acción institucional con la movilización callejera. Desde partidos como Junts per Catalunya o Esquerra Republicana, hasta organizaciones civiles como Òmnium Cultural y la Asamblea Nacional Catalana (ANC), pasando por plataformas más opacas como Tsunami Democràtic o los Comités de Defensa de la República (CDR), el engranaje es complejo y multifacético.

Tsunami Democràtic, por ejemplo, surgió poco antes de la sentencia del Supremo, sin líderes visibles, con una estructura encriptada y una capacidad de convocatoria sorprendente. Su acción más mediática fue el bloqueo del aeropuerto de El Prat, que obligó a cancelar más de cien vuelos. Aunque se presentaban como apartidistas, su origen parece vinculado a reuniones de alto nivel con figuras como Puigdemont y Torra.

Los CDR, por su parte, nacieron para garantizar el referéndum del 1-O y evolucionaron hacia formas de acción directa, algunas de ellas violentas. Su vinculación con la izquierda anticapitalista y su descentralización los convirtió en actores impredecibles, difíciles de controlar incluso por los propios partidos independentistas.

La ANC y Òmnium, en cambio, representan el rostro institucional del movimiento. Con fuerte implantación territorial, capacidad de movilización y vínculos con la clase política, han sido clave en la construcción del relato independentista y en la legitimación de las protestas como expresión democrática.

Pero esta red no se limita a lo organizativo. El nacionalismo catalán ha tejido durante décadas una red de vínculos personales, culturales y educativos que actúan como reserva de activistas. La ingeniería social desplegada desde los primeros gobiernos autonómicos ha permitido construir una identidad colectiva que se activa en cada ciclo de movilización.

Lo que ocurrió en octubre de 2019 no fue improvisado. Fue el resultado de una estrategia sostenida, de una estructura que combina lo formal y lo informal, lo institucional y lo insurgente. Y esa capacidad organizativa sigue siendo uno de los pilares del independentismo catalán.

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