Lucena es una gran ciudad, no me cabe la menor duda, vivo aquí desde hace muchos años y trabajó de nuevo en este lugar, desde hace mucho menos.
Mi paso diario es por la zona del Paseo de Rojas y la puerta del ambulatorio (Centro de Salud Lucena I). En ese tramo de acera había una hilera de árboles de gran tamaño, de los cuales sólo quedan ya tres.
Los árboles han ido desapareciendo, pudriéndose y cayéndose a trozos en estos últimos años. Con cada caída de árbol muerto, cortado o eliminado por las obras de nuevos asfaltados, han dejado su hueco desierto en el acerado. Pese al tránsito peatonal de la zona, no se han repuesto el arbolado, ni replantado, ni realizado un mantenimiento acorde con las necesidades de estos seres vivos y sus pobladores.
Es obvia la necesidad de sombras en espacios frecuentemente transitados por lucentinos y foráneos, puesto que los veranos cada vez son más calurosos y duros de soportar. Y es indignante que cada árbol que se pierde en Lucena, en el Paseo de Rojas, en sus cercanías o en cualquier otro punto de nuestra ciudad, deficitaria en zonas verdes para el uso y disfrute de su ciudadanía, sea un espacio propicio para ser cubierto con una nueva tanda de losas, como ya ha ocurrido en el caso de último ejemplar retirado junto al centro de salud.
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