Opinión: "Sobre la presencia de la Virgen de Araceli en la Magna de Córdoba", por Antonio Ruiz Granados

A pocos minutos de que los relojes marcaran la una y media de la tarde del día 4 de mayo de 1947, la Virgen del Rosario, patrona de Cádiz, hacía su aparición en la plaza de San Antonio

03 de Septiembre de 2014
 Opinión: "Sobre la presencia de la Virgen de Araceli en la Magna de Córdoba", por Antonio Ruiz Granados
Opinión: "Sobre la presencia de la Virgen de Araceli en la Magna de Córdoba", por Antonio Ruiz Granados
 
A pocos minutos de que los relojes marcaran la una y media de la tarde del día 4 de mayo de 1947, la Virgen del Rosario, patrona de Cádiz, hacía su aparición en la plaza de San Antonio. Colocada en un templete preparado expresamente para la celebración, recibía sobre sus sienes una corona como testimonio material del enorme cariño que durante siglos le había venido profesando el pueblo gaditano. Para tan importante acontecimiento acudieron hasta la capital algunas imágenes marianas de la provincia. Por tierra llegaron las patronas de Alcalá de los Gazules, San Roque, Chiclana, Jimena y Conil de la Frontera, así como la Virgen del Carmen, marinera advocación representada por la patrona isleña. Por mar se desplazaron las patronas de Barbate, Rota y Puerto Real, que desembarcaron en el puerto entre el pueblo, expectante ante la magnitud del acto.
 
Un año después de la coronación de la patrona de Cádiz era la Virgen de Valme de Dos Hermanas la que participaba en una magna procesión desde la catedral de Sevilla para conmemorar el VII centenario de la reconquista de la ciudad. La capital fue testigo, ya en 1951, de otra histórica procesión presidida por la Virgen del Carmen de Jerez de la Frontera. Al año siguiente era una imagen hispalense, la Virgen de los Reyes de los alfayates, la que se desplazaba, ni más ni menos, a Zaragoza. Con sus luces y sus sombras, Madrid preparó un Via Crucis con pasos procedentes de distintas localidades españolas con motivo de la visita del malogrado Benedicto XVI, acto imitado ese mismo verano en Cádiz con imágenes de la provincia. Muy sonados, y no exentos de polémica, han sido los traslados de la patrona de Camas hasta Sevilla para su coronación canónica, de la Virgen de las Nieves de Las Gabias hasta Granada para formar parte de una vigilia o, en la misma ciudad, la participación de las patronas de Alhama, Almuñécar, Loja, Motril y Ugíjar en los actos conmemorativos del centenario de la coronación canónica de la Virgen de las Angustias.
 
El mes de junio llegaba a su fin cuando se difundía la noticia de una nueva procesión más que extraordinaria con la ciudad de Córdoba como marco. Se trataba de un acontecimiento sin precedentes, y quizá sin consecuentes, en el que se reuniría el top ten de las imágenes marianas de nuestra diócesis, aquéllas coronadas canónicamente. El listado, encabezado por la patrona de Lucena, corrió como la pólvora. Poco tardaron algunas cofradías en dar su visto bueno a la iniciativa, en algún caso olvidando el derecho de los hermanos a votar decisiones de este calibre. En cambio, la presencia  de María Santísima de Araceli no ha logrado un apoyo unánime por parte del pueblo de Lucena. A favor se encuentran los que sueñan con la silueta de la patrona junto a la catedral o algunos devotos tan ansiosos por verla como incapaces de recordar su salida anual del primer domingo de mayo. La falta de motivos de peso que justifiquen la magna procesión o, más bien, la finalidad con la que ésta parecer estar programada, así como las condiciones del viaje, son algunas razones que esgrimen los partidarios de que la Virgen de Araceli no acuda al evento.
 
Las redes sociales, útiles instrumentos para sondear la opinión de sus usuarios, se han convertido durante estos últimos días en el campo de batalla en el que combaten los aracelitanos que apoyan el viaje contra los que prefieren que no abandone su santuario. Pero a estos bandos se ha sumado un tercero que ha aprovechado la coyuntura para reavivar antiguas rivalidades entre pueblos que hace tiempo debieron hacer las paces. Así, hemos podido leer comentarios atacando, directa o indirectamente, a dos de las devociones más arraigadas de nuestra provincia, como si el amor por ambas fuera incompatible. Por ese motivo, ahora que está en manos de las cofradías tomar una decisión, lo más sensato sería proponer una alternativa para evitar que una ilusionante procesión se convierta en una competición de intransigentes idólatras enfervorizados. 
 
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