Opinión: "Después de la música", de Jesús Cárdenas, por Manuel Guerrero

23 de Abril de 2014
 Opinión: "Después de la música", de Jesús Cárdenas, por Manuel Guerrero
Opinión: "Después de la música", de Jesús Cárdenas, por Manuel Guerrero
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Hoy 24 de abril, jueves, a las 19:30 horas, en la Biblioteca de Lucena, se presentará Después de la música, el nuevo libro del poeta Jesús Cárdenas. Atendamos a lo que nos ofrece en sus páginas.
 
«Si no quieres verte involucrado en un sinfín de sensaciones, deja este "DESPUÉS DE LA MÚSICA" de lado». Sé que resulta poco ejemplar y muy cuestionable que tome las palabras de otro para dar paso a las mías, en especial, si se trata de una reseña o un artículo con atención a una obra literaria; no obstante, estas palabras de Enrique Gracia Trinidad, que prologan Después de la música de Jesús Cárdenas, son las más acertadas que se hayan podido escribir sobre este gran volumen poético, del tal modo que cualquiera que yo añada no llegará a igualarlas. Es más, Gracia Trinidad remata brillantemente esta aserción de la siguiente manera: «A este tipo de libros se llega por la complicidad, por el abandono, por la necesidad de estar vivo más allá de la simple respiración, del trabajo cotidiano o de los asuntos domésticos».
 
Jesús Cárdenas (Alcalá de Guadaíra, 1973), Primer Premio en el XVI Certamen de Poesía «José Mª De Los Santos», convocado por el Ayuntamiento de El Viso del Alcor, por Algunos arraigos me vienen, en 2006; y el premio en el Concurso Internacional de Poesía «Latin Heritage Foundation, Washington», 2011, por el poema «Días grises» y Premio «Juan Sierra», 2013, de poesía joven por Raíces de ser; es también autor de los volúmenes La luz de entre los cipreses (En Huida, 2011) y Mudanzas de lo azul (Vitruvio, 2013); de lo que deducimos una galardonada carrera, en pocos años, y un futuro poético más que prometedor.
 
Para llevar a cabo lo que Gracia Trinidad apuntaba, el poeta Jesús Cárdenas ofrece Después de la música con un predominio del YO poético, que implica intensidad interior y subjetivismo, al que de forma acertada le hace corresponder un TÚ, que da lugar a la comunicación, tanto consigo mismo como con el lector, en el que lo subjetivo no es completamente egoísta, porque la necesidad de ese YO es la segunda persona.
 
Me he encontrado contigo
–no sabría decir si con ansia o con terror–,
ibas apagando al vuelo llamaradas,
a tranquilizar desde el corazón
hasta la boca.
 
La obra se estructura en cinco partes interrelacionadas entre sí y agrupadas por temas: la soledad y el tiempo en la primera, El rescate en otras palabras; la evasión en las miradas, las fotografías o el mar en Vías de escape, la segunda; el vacío y el desencanto se encuentran en la tercera, Otro infierno puede ser posible; en Demasiado espacio, hallamos un dolor de carácter interior; y, en la última sección, Un cielo cegador, impera la melancolía.
Para esta temática, el autor hace uso de unos elementos comunes, que son los que dan a las secciones la interrelación antes referida: la palabra, el silencio y la música. El primer poema ya es muy claro en este sentido, y en conjunción con los temas:
 
He depurado el cielo con palabras
a base de desgarros,
de morder los sentidos.
 
En otros hallamos, gracias a ella, la creación de una extraordinaria metáfora:
 
Si su hilo no responde a las medidas,
tal vez sea mejor no dejarlas escapar,
que sean sepultadas por el silencio,
mejor tus labios, mágicos, posibles;
las redes de tus labios
por mis islotes de palabras
si no nos llaman, si no nos conmueven.
 
Y la palabra en todo lo que conlleva:
 
Acercarme a los límites, a su significado.
[…] O, tal vez, queden en eufemismos
por si, al pronunciarlas, suena un réquiem.
 
Así, lo que suena en sus versos es la presencia de la música, que busca la unidad con la palabra mediante el tratamiento del dolor, del tiempo, de la esperanza:
 
Cómo cantar ahora la esperanza de entonces,
si he pisoteado el otoño.
 
Y nos queda el silencio como otro de los elementos fundamentales del libro, en especial, por las llamativas sugerencias hiladas en los versos:
 
Es hora de partir sin equipaje.
Ese día no me veréis
-no me gustaron los pañuelos
ni los apretones.
 
Quizás oiréis cerrar la puerta,
los pasos en el umbral.
 
Desde luego, la poesía de Jesús Cárdenas es una exaltación de la palabra y sus consencuencias, pues la palabra que nos ofrece nos acompaña en verso, en música y en su consecutivo silencio. Todo ello formará parte de nosotros, porque su poesía habla del tiempo, de las fotografías, del dolor, de la melancolía y de tantas cuestiones cotidianas a las que Jesús no es ajeno.
 
La espesura del silencio
                                      te lanza un golpe.
 
Manuel Guerrero Cabrera

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