Una clase desaprovechada

06 de Noviembre de 2019
 Captura de pantalla 2019-11-06 a las 12.34.12
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Hace cosa de de un mes, vi un fragmento de un programa de televisión en el que una alumna de primaria le preguntaba al alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, que a «dónde» donaría dinero si pudiera hacerlo a un «sitio», para lo que le daba dos opciones: la Catedral de Notre Dame o replantar el Amazonas. El alcalde, sin dudarlo, optó por la primera ante la sorpresa de la clase. No creo conveniente valorar lo que le dijera el alumnado, que trató de argumentar que el Amazonas es naturaleza; aunque después volveré sobre este punto. Sin embargo, Martínez-Almeida, como mayor de edad, da una explicación tan poco convincente que ningún niño de esa clase le creyó: «[El Amazonas] es el pulmón del mundo, pero la Catedral de Notre Dame es un símbolo de Europa, y nosotros vivimos en Europa. Y la verdad es que os digo una cosa, de las mejores cosas que nos han podido (sic) pasar a España en los últimos años es haber ingresado, treinta ya, en la Unión Europea y compartir una serie de valores…»

Elegir Notre Dame porque se vive en Europa es una preferencia muy torpe para un político. Así, se preferirá cualquier monumento europeo a las pirámides de Egipto, a la gran muralla china o al Taj Mahal. Esto lleva también a una peligrosa apreciación: a Martínez-Almeida no le importó nada la destrucción de Palmira en Siria o la de los Budas gigantes de Bamiyán en Afganistán, porque no eran «símbolos» europeos. El alcalde no debió apelar al lugar de origen, porque llegará el momento en el que considerará más valioso cualquier monumento de Madrid, por ejemplo, la Cibeles, que del resto de España, porque vive allí y es un símbolo innegable de la ciudad; y, entonces, caerá en el mismo error del nacionalismo que exalta ciegamente lo de una región (o un país) frente a lo foráneo. Muy torpe, repito. Y lo de que haber ingresado en la UE es «una de las mejores cosas» está muy bien como argumento para padres y madres, pero para aquella clase diría que no. Hubiera sido interesante ponerle en el aprieto de elegir entre replantar los árboles incendiados en el noroeste peninsular (donde ha sucedido el 44% de los incendios españoles de 2019) o Notre Dame.

Otra cuestión es la certeza de que aquel alumnado estaba enterado sobremanera de lo valiosa que es la naturaleza y, en especial, la del Amazonas, al mismo tiempo que transmitía la sensación de que ignoraban qué valor artístico tenía la catedral parisina, quizá cualquier obra de arte. De todos modos, es de sobra conocido que Martínez-Almeida no está sensibilizado con el medioambiente, como demostró con lo de Madrid Central, y como dejó claro cuando tomó las palabras de aquella clase y repitió que «El Amazonas es el pulmón del planeta», pues no lo es. El verdadero pulmón es el mar, concretamente las plantas marinas que generan el 70% del oxígeno del planeta. En efecto, los maltratados océanos que se siguen cubriendo de plástico y contaminándose por la acción humana… No obstante, aunque no deja de ser terrible que se incendie el Amazonas (este año no más que en los anteriores), los ecosistemas se regeneran, incluso después de los incendios.

Pero lo peor que hizo Martínez-Almeida es haber desaprovechado la oportunidad para hablar de Arte y de haberle transmitido a la clase que este es insustituible y, una vez destruido, es irrecuperable. Pienso en los citados Budas gigantes de Bamiyán, en los desaparecidos mausoleos de Tombuctú o en el Gran Tapiz de Miró que se perdió bajo las Torres Gemelas el 11S. Yo hubiera elegido Notre Dame por esto y no por ser un indolente «símbolo» europeo, pero, en fin, por algo no me dedico a la política.

Manuel Guerrero Cabrera

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