Este mes de agosto se han cumplido 200 años del nacimiento de uno de los grandes músicos de nuestro país. Me refiero a Francisco Asenjo Barbieri (1823 - 1894), que firmaba con el apellido de la madre: Francisco A. Barbieri. Es el renovador de la zarzuela, el creador de un teatro lírico en castellano. Entre las más de setenta zarzuelas que escribió, recordemos Gloria y peluca, El barberillo de Lavapiés, Pan y toros y Los diamantes de la corona. Fue toda una personalidad de la música en la época e, incluso, en otras materias, porque ingresó en la Real Academia de la Lengua, editó varios documentos musicales de gran importancia (por ejemplo, el Cancionero de Palacio) y entendió mucho de gastronomía y de vinos: «A Barbieri le gustaba comer bien, [...] prefería los callos a la madrileña, como los guisan en el merendero del río, donde él se inspiró para muchas piezas de Pan y toros», en palabras de José Gutiérrez Abascal.
El motivo principal de hablar en Lucenahoy sobre Barbieri se debe a su madre, Petra Barbieri, y a su hermana, Clara, que residieron en Lucena entre 1841 y 1844. El padre del músico murió cuando este era muy niño, por lo que su madre y su abuelo materno se encargaron de su educación; más tarde, la madre se casó, segundas nupcias, con Luciano Martínez, que era también un hombre culto e inculcó a Barbieri el gusto por el buen vino y la comida. Precisamente, Luciano Martínez, como funcionario, fue trasladado a nuestra ciudad en los años ya mencionados, por lo que toda la familia, excepto Francisco, se vino con él; además, Luciano Martínez era enólogo, por lo que es posible que se interesara por el vino de nuestra tierra.
Respecto a Petra Barbieri, fue una mujer inteligente y culta, con una sólida formación en música y en literatura. No es de extrañar que fuera fundamental en la vida y en la educación de su hijo. Se conservan las cartas que ella le escribía a su hijo, en las que principalmente hacía críticas de los estrenos a los que él no podía asistir. Estas cartas las tiene en cuenta a la hora de elaborar sus Memorias.
Manuel Guerrero Cabrera
