Manuel Guerrero

250, por Manuel Guerrero Cabrera

10 de Noviembre de 2022
Imagen del interior del Sagrario de San Mateo
Imagen del interior del Sagrario de San Mateo

¿Qué debieron de sentir aquellos artistas que el día de San José de hace 250 años dieron los últimos detalles a tan ingente obra? ¿Quizá admiraron el conjunto y tuvieron la esperanza de que Lucena supiera apreciar tal maravilla? ¿O, tal vez, simplemente se miraron y se dijeron: «¡terminado!»? Habían ocupado el tiempo de treinta y dos años para levantar uno de los mayores monumentos barrocos de Andalucía, un conjunto arquitéctónico cuyo autor no pudo ver concluido, pues Leonardo Antonio de Castro, quien lo diseñó,  había fallecido en 1745, veintisiete años antes... 

Aunque se terminase el 19 de marzo de aquel 1772, no sería hasta  el 2 mayo de ese año, cuando se bendijo el nuevo sagrario de la iglesia de San Mateo, lo que resultó un día ceremonioso en el que participó una buena representación de clero, diputados y el corregidor, con la presencia de cofradías. Las fiestas y actos con motivo de la bendición del sagrario se extendieron hasta el 13 de mayo.

El espacio alrededor de la iglesia de San Mateo ha cambiado muchísimo desde entonces, en el sentido de que han ido desapareciendo las viejas murallas del jardín, con el impresionante árbol (no sé si fue abeto, cedro u otro), el convento de las monjas carmelitas, la propia Plaza Nueva... Sin embargo, San Mateo y la capilla del Sagrario se han mantenido como supervivientes al tiempo y a la ceguera de llamar modernización a la pérdida del patrimonio artístico.

Lucena ha reivindicado su pasado judío con acierto, del mismo modo que ha puesto en valor aspectos actuales tales como los distintos tipos de industria, desde el frío industrial a la madera, incluso en cuestiones culturales tradicionales, como la Semana Santa (y la santería) o las Fiestas Aracelitanas, ha hecho un gran trabajo de difusión y de custodia; pero algo ocurre con el tesoro artístico de la ciudad y sus artistas, o esa es la sensación después de que apenas haya habido algún recordatorio o conmemoración de que la joya de nuestra ciudad, el Sagrario de San Mateo, se terminara y se bendijera hace 250 años, que no es una cifra cualquiera.

Al menos, aún podemos disfrutar de ella, desde lo religioso hasta lo artístico, y a ello animo desde estas líneas, pues nadie queda indiferente ante el Sagrario: la oración parece más intensa, la luz parece aclarar el espíritu, el Arte parece sustituir a las palabras.

No sé qué debieron de sentir quienes el día de San José de 1772, hace 250 años (y unos 9 meses), concluyeron el Sagrario de San Mateo, pero sí que cada oración, cada mirada o cada visita se nos queda en el alma más profundamente.

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